Aquella mañana, cuando amanecimos en Cortina de Ampezzo, llovía. Y no llovía poco. Con los ojos hinchados y, sorprendentemente sin agujetas (y digo esto porque cuando limpio los cristales ya suelo tener agujetas), miré por la ventana pensando qué iba a ser de nosotros aquel día. Las Dolomitas nos estaban encantando, el día anterior, en las Tres Cimes disfrutamos un montón con aguacero y granizo incluído, pero aquel día iba a ser el último en la zona, nos íbamos a Venecia y las circunstancias iban a mandar.
En nuestro planning, ese que uno hace desde el sofá de su casa meses antes de viajar, donde todo en tu cabeza cuadra perfectamente, brilla el sol y las carreteras están en perfecto estado, para ese día, tocaba ir al Lago di Braies y luego bajar hacia Venecia. Además, desde el Lago di Braies hasta Venecia pretendíamos ir por la Strada di Prosecco, una ruta que lleva por una zona vinícola con determinados pueblos en los que queríamos parar, como Mollineto de la Croda, Conegliano, Col San Martino, Valdobbiadene. Y si nos daba tiempo, además, parar en Treviso, para llegar a Venecia por la noche. Suena bien ¿eh? Pues aquí lo dejamos para si alguno de vosotros se anima a hacerlo y nos lo cuenta, porque nuestra “perfecta y estudiada” idea se hizo añicos. Tuvimos que reestructurar, de esto sacamos algo positivo, sacar una tarde más en Venecia, así que, en vez de tres días, estuvimos 3 días y medio allí. Que en esa maravillosa ciudad bien merece la pena. Ahora, a las Dolomitas volveremos, queda aquí dicho.
Tras ver como llovía, fuimos directos a la ducha, mientras no parábamos de comentar ¿qué hacemos? ¿nos vestimos de montañeros y probamos a ir al Lago Fedara? ¿hacemos las dos horas que exige ir al Lago di Braies al estar la carretera cerrada? ¿nos vestimos de urbanitas y vamos tirando hacia Venecia o la ruta de los vinos? Pero no fuimos nosotros los que contestamos a estas preguntas, fueron las botas de montaña, que seguían empapadas por dentro desde el día anterior, ni secador, ni radiador, ni nada acababa con ese encharcamiento. ¿Quién se va de ruta con unas botas de montaña caladas? Y ¿quién se va de ruta sin botas de montaña a las Dolomitas y encima lloviendo?
Aún así, no creáis que aceptamos la realidad pronto, estuvimos dándole vueltas al tema bastante tiempo. Somos increíbles a la hora de tomar decisiones. Recogemos maletas, arrancamos coche y… sale el sol. Paramos el motor, y debatimos un rato más sobre qué hacer con nuestras vidas. Y así, pasamos las mañana de las vacaciones mientras el tiempo se aleja. Vale, decidido, nos vamos, no tenemos calzado, hay que despedirse de los Alpes y decidimos también renunciar a la ruta de los vinos para darle más tiempo a Venecia. A partir de ese momento, nace un nuevo plan para el día 9 del viaje.
De Cortina d’Ampezzo a Treviso hay unas dos horas en coche. Treviso está a escasos 30 kilómetros de Venecia.
Treviso es una ciudad pequeña, se puede recorrer el casco de la ciudad a pie en un agradable paseo. Nosotros lo primero que hicimos fue acercarnos a la Oficina de Turismo para conseguir un mapa, en él, nos marcan un recorrido no muy largo para conocer la ciudad.
Se notaba que veníamos de una zona fresca, porque aquel día, a 30 grados en Treviso, nos sentíamos algo acalorados.
Treviso nos sorprende, nos parece una pequeña ciudad llena de encanto, fotogénica y con muchos rincones embaucadores. Es una ciudad nada masificada, probablemente, tener tan cerca la joya de Venecia eclipse en cierta medida este lugar. Treviso tiene un toque elegante, romántico y tranquilo a partes iguales.
En el s.XVIII, los nobles y aristócratas elegían esta zona para veranear, y muchos palacios y villas resultan de esa época.
Comenzamos por la zona del Puente de la Universidad, que cruza el río Sile, y aquel día ofrecía unos reflejos preciosos.
Desde allí, cruzándolo, nos adentramos en el casco de la ciudad, con las calles empedradas y los canales que se cuelan por unos y otros rincones. Nos cruzamos con molinos de agua, el mercado, ya cerrado, y una soledad, aquel día, casi misteriosa.
Pasamos por el mercado de la ciudad, a esas hora ya estaba cerrado y totalmente recogido, rodeado por canales a ambos lados.
En nada de tiempo llegamos a la conocida Piazza dei Signori (Plaza de los Señores), la considerada plaza principal de la ciudad, que está rodeada por tres palacios. El más antiguo y simbólico es el Palacio de los Trescientos (Palazzo dei Trecento), que data del s.XIII. El Palacio de la Prefectura tiene detrás la torre Cívica, la más antigua que queda en pie en la ciudad y, por último, el Palacio de la Podestá.
En nada de tiempo llegamos a la conocida Piazza dei Signori (Plaza de los Señores), la considerada plaza principal de la ciudad, que está rodeada por tres palacios. El más antiguo y simbólico es el Palacio de los Trescientos (Palazzo dei Trecento), que data del s.XIII. El Palacio de la Prefectura tiene detrás la torre Cívica, la más antigua que queda en pie en la ciudad y, por último, el Palacio de la Podestá.
Desde allí, nos encontramos la vía Calmagiore, la calle más emblemática de la ciudad, de carácter comercial y caracterizada por los soportales que se alinean hacia el infinito.
En los alrededores de la plaza también podemos encontrar otro de los elementos característicos de esta bonita ciudad, la Fontana delle Tette (Vicolo Podestá, 11). No es la fuente original, porque esta quedó muy deteriorada con el paso del tiempo. La Fontana della Tette nació en el s.XVI, bajo el gobierno de la República Veneciana. En esta fuente de un pecho salía vino tinto y del otro vino blanco en celebraciones especiales, entonces el pueblo podía beber libremente de ella en honor al motivo que fuera la celebración.
Hasta el s.XVIII, la fuente se mantuvo en buen estado, pero posteriormente esta fue quitada, se la perdió el rastro y tiempo después apareció muy deteriorada, habiendo perdido los dos pechos, entre otras cosas. Hoy en día esta fuente se encuentra protegida con una vitrina bajo el Palacio de los Trescientos, pero nosotros no la vimos. Esta fuente se ha replicado, y actualmente, como os decíamos, se puede encontrar en una pequeña placita (vicolo Podestá, 11). De los pechos brota agua potable bien fresquita de la que no pudimos evitar echar un trago.
Treviso tiene catedral y a ella llegamos en nuestro paseo. Somos mucho de catedrales, pero a la hora que nos encontramos allí la catedral estaba cerrada. Su apariencia actual es de estilo neoclásico, no recuerda a un templo religioso sino más bien a un edificio administrativo.
Continuamos el paseo por las calles y nos sigue pareciendo un lugar precioso. En la mochila llevábamos la comida que habíamos cogido para tomar el día anterior en las Tres Cimes y que no pudimos disfrutar. Elegimos la Plaza dei Signori para tomarla. Cuando la abrimos, vemos que lo que cogimos no era una ensalada, era algo que aún no sabemos claramente lo que era y que se tenía que calentar en ¿microondas? Nos miramos, lo probamos, no está mal. Eso pensábamos, pero a la tercera cucharada sentimos esa cosa que te cierra el estómago, eso que te provoca un asquito interno que genera una cicatriz en tus recuerdos y que ahora al escribirlo vuelve a quitarme las ganas de vivir. No lo acabamos. Vamos directos a por el yogur y tampoco nos gusta. Maravilloso. No sabemos si reír o llorar, realmente nos apetecía más llorar, pero en nuestro afán de viajeros (hambrientos) felices por el mundo, decidimos que ha llegado el momento de poner rumbo a Venecia.
Cuando planificamos este viaje Venecia, vino un poco marcado por la cercanía a la que estaba de otros destinos que queríamos conocer. Venecia no parecía buen plan para un fin de semana de agosto, que encima no era un fin de semana cualquiera, era el que empalmaba con el 15 de agosto: “el fin de semana” por excelencia del verano. Aún así, Venecia acabó en nuestro itinerario. Reservamos tres noches para conocer esta ciudad.
Lo primero era poner rumbo hacia el alojamiento. Alojarse en Venecia no es cualquier menester. Nosotros llevábamos además coche, así que no teníamos muy claro cómo gestionar esta parte del viaje. Habíamos leído que Mestre era un buen lugar para alojarse, salía más económico y hay un autobús que funciona 24 horas del día que te deja en Venecia en apenas 15-20 minutos. Así que, al final, elegimos Mestre, un alojamiento que tenía posibilidad de garaje y la parada de autobús a escasos metros. Una vez disfrutada la experiencia, bajo nuestra opinión, si os sirve de guía, no lo volveríamos a hacer. Nos alojaríamos en la misma ciudad de Venecia a vivir la experiencia completa.
De Treviso al alojamiento de Mestre no tardamos prácticamente nada. Llamamos para avisar de que vamos para allá. El alojamiento es L'Affittacamere Di Venezia. Es una especie de B&B que tiene una oficinilla al lado del edificio donde están las habitaciones. El lugar para hacernos la recepción es bastante inquietante…
El chico que nos atiende es muy amable y nos va dando las indicaciones necesarias para llegar a Venecia, autobuses, etc. Por otro lado nos informa de algunas irregularidades que nos vamos a encontrar. Lo primero es que, al ser un fin de semana “especialmente” festivo en Italia, el desayuno se sirve en un bar que estaba separado del edificio y que, ese fin de semana está cerrado, así que nos dan unos vales para que vayamos a otro un poco más alejado. Y eso fue solo dos de los días, porque la otra mañana, la del 15 de agosto, ese bar también cerraría, con lo cual nos avisa que nos dejarían en la habitación víveres para el desayuno. Así, de entrada, el alojamiento para visitar Venecia no nos sonaba demasiado romántico.
Por otro lado, habíamos aparcado en la puerta, en zona azul, y le preguntamos por el aparcamiento que habíamos reservado vía web para el coche. Eran 12 euros días. Llama por teléfono y nos dice que está ocupado y no tenemos plaza. Cuando el que no escribe echa la barbilla para fuera es que las cosas no están yendo bien, y veo su barbilla apuntando directamente a la mirada del recepcionista y sus ojos inyectados en ira. El chico pide mucho perdón, sonríe mucho, pero no nos aporta ninguna solución.
Nuestra solución, al final, fue económicamente mejor, llegamos un viernes. La zona azul funciona de 08:00 a 20:00 y hay dos horas al mediodía donde era gratuito. Por otro lado, el domingo es gratuito también. Así que aquel viernes dejamos puestas monedas hasta las 10 de la mañana del día siguiente, cuando volveríamos a pasar para poner monedas hasta las 20:00 horas del sábado.. Precio hora 0,80 euros.
Del alojamiento, ¿qué os podemos decir? Una habitación amplia, una decoración de dudoso gusto (al menos para nosotros) aire acondicionado, un baño de Pin y Pon. En fin, una cosa normal, en la que no estuvimos prácticamente nada porque volvimos cada día de madrugada. En serio, si podéis coger alojamiento en Venecia, mejor.
Para los que elijáis, como hicimos nosotros equivocadamente, Mestre, como decíamos, hay varios autobuses que te llevan a Venecia. Nosotros teníamos el 2 ó el 7. El 2 pasa con más frecuencia que el 7. Para comprar las tarjetas de transporte que vais a utilizar en la escapada a Venecia, se puede hacer directamente en los estancos, donde, por cierto, no nos permitieron pagar con tarjeta.
Adquirimos la tarjeta de 48 horas, que se activa después de su primer uso. El precio de la misma fue de 30 euros por persona e incluye tanto el autobús que lleva a Venecia desde Mestre como los vaporettos de Venecia. Adicionalmente, adquirimos dos billetes sencillos de autobús, su precio era de 1,5 euros/persona. Lo hicimos para que la tarjeta de transporte de 48 horas nos fuera válida hasta el domingo a última hora de la noche, así el plan era ir a Venecia con los billetes sencillos y activar la tarjeta en el viaje de vuelta, ya de madrugada, prácticamente.
A 100 metros, del alojamiento estaba la parada del autobús número 2. Ese fue el que cogimos y nos dejó en unos 20 minutos en la Piazza di Roma de Venecia. No tiene pérdida porque es la última parada del recorrido.
Cuando bajamos del autobús estábamos un poco anonadados. Muchísima gente se movía como sabiendo hacia dónde dirigirse y nosotros nos quedamos mirando hacia todos los lados sin saber muy bien qué había que hacer en ese momento.
En seguida cogemos el camino de la multitud, para variar, y cruzamos el primero de los cientos de puentecitos que cruzaríamos en los próximos días. Y ahí empezó nuestra aventura por Venecia.
Los primeros instantes confirmaban nuestras expectativas en cuanto a la cantidad de gente que esperábamos en la ciudad, pero es algo que solo se mantiene durante unos minutos. Sin saber muy bien la dirección que tenemos que seguir, observamos que en las fachadas de algunos edificios te va indicando la dirección a seguir para llegar a la famosa Plaza de San Marcos o al Puente de Rialto.
En nada de tiempo estamos totalmente fascinados con Venecia. Miramos para todos los lados y, recién llegados, conseguimos olvidar el fiasco matutino por no poder haber hecho alguna ruta más por las Dolomitas. En ese instante pensamos que Venecia era el mejor lugar en el que podíamos estar y que gracias a los inconvenientes surgidos íbamos a disfrutar de una tarde más para Venecia.
Al poco tiempo de llegar allí, también nos percatamos que ni el mapa, ni el GPS del móvil van a ser nuestros aliados para llegar a los destinos. Venecia es una ciudad laberíntica, en la que a ratos tienes la sensación de estar dando vueltas sobre tí mismo y seguramente será así a veces. Hay momentos en los que te resulta totalmente desesperante ver como juega con tu sentido de la orientación y sientes que las farolas, los canales y los gondoleros se parten de la risa al verte pasar varias veces por el mismo sitio con cara de desconcierto. No puedes intentar dominar Venecia, tienes que dejar que sea ella quien te domine a ti.
Después de un buen rato, conseguimos llegar a la Plaza de San Marcos. Esta zona es un punto caliente en la ciudad, un hervidero de gente y, sobre todo, de palomas. No sabemos la cantidad de palomas que invaden la plaza. De hecho, hay personas que te ofrecen comida para ellas con la intención de que se posen sobre ti y hacerte una foto (está prohibido teóricamente alimentarlas). No entiendo el placer de esa imagen. En el momento que ponían un poco de alpiste, pan o lo que fuera, decenas de palomas aparecían como aves de rapiña hambrientas hacia la persona y te parecía ver a Hitchcock frotándose la manos y carcajeándose.
La Plaza de San Marcos está considerada como una de las plazas más bonitas del mundo. Igual lo que decimos es una barbaridad, pero aquel día nos encontramos una plaza preciosa aunque no lo que pensábamos. La habíamos visto en fotografías, en televisión y, una vez que nos plantamos en el centro, si bien nos impresionó, también nos quedamos, ambos, un poco sorprendidos, más pequeña, más… no sabemos decir más qué o menos qué, era bonita, atestada de gente y pájaros y diferente a lo que esperábamos. Aún así, en aquel momento solo era una primera toma de contacto.
Desde allí, seguimos caminando hacia el Puente Rialto. Mucha gente por todos los aledaños al lugar. Este puente es el más antiguo de los cuatro que cruzan el Gran Canal, data del s.XII y, desde luego, el puente flotante ha sido todo un éxito porque es difícil calcular la cantidad de personas que soporta cada día sobre él durante cientos de años.
Las vistas son maravillosas, el Gran Canal ante tus ojos y la paciencia para conseguir llegar a primera línea de puente será tu mejor compañera.
Las vistas son maravillosas, el Gran Canal ante tus ojos y la paciencia para conseguir llegar a primera línea de puente será tu mejor compañera.
Aquella tarde, solo queríamos pasear un poco, después de haber parado en los dos puntos clave de la ciudad, de los que hablaremos con más detenimiento en la siguiente entrada, descubrimos el resto de calles y plazuelas a las que vamos llegando no sabemos muy bien cómo. Nos perdemos figurada y literalmente por Venecia y estamos totalmente alucinados, nos encanta. Nuestro objetivo era acercarnos al atardecer a la Iglesia de Salute, a las orillas del mar y en el barrio de Dorsoduro (uno de los que más nos gustó y al que volveríamos en más de una ocasión en los próximos días).
Y allí, sobre las 20:15 nos encontramos un kiosco con terraza, música y un montón de copas naranjas y rojas donde, por fin, íbamos a poder probar el famoso Spritz italiano. Típico de esta zona, aunque ya se encuentra extendido por más regiones de Italia. No se nos ocurrió mejor plan.
Y allí, sobre las 20:15 nos encontramos un kiosco con terraza, música y un montón de copas naranjas y rojas donde, por fin, íbamos a poder probar el famoso Spritz italiano. Típico de esta zona, aunque ya se encuentra extendido por más regiones de Italia. No se nos ocurrió mejor plan.
Así que allí nos sentamos a tomar dos Aperol el Spritz a la luz cálida que regala Venecia cada día al finalizar la jornada. No puedes hacer un viaje de este tipo y no tomar el famoso “aperitivi” tan popular, esa mezcla de vino Prosecco, en este caso Aperol, aunque hay más variaciones, y soda, con su rodajita de naranja y una aceituna gigante. Para acompañar unas patatitas. ¡Qué momentazo aquel! Decir que aquel momento fue responsable de que ahora en casa tengamos nuestro pack “aperitivi” para cuando nos entra la nostalgia.
Aquel día cenamos en el restaurante Beccafico Café, junto al ponte Academia, que cruza el gran canal y comunica el barrio Dorsoduro. No hay muchas opciones, literalmente, unos 6 platos, no más. Pedimos unos canelones de espinacas que estaban buenos y una ensalada griega que no destaca. Agua y copa de vino, total 26 euros. De allí, salimos con intención de pasear de noche y hacer alguna fotografía nocturna de la ciudad.
Disfrutamos muchísimo durante todo ese rato. Venecia estaba en calma, fin de semana, agosto y tranquilidad, algo impensable para nosotros cuando organizamos este viaje. Hacer fotos resulta relajante, no llevamos trípode, pero con intentar hacerlas ya nos es suficiente. Volvimos a la Plaza de San Marcos, mucho más vacía y solitaria, con música en directo que salía de una de las terrazas de los locales. En ese momento se podía apreciar mucho mejor.
A las 23:00, decidimos que es un buen momento para volver a Mestre y retirarnos. Llevábamos muchas horas danzando por Italia y teníamos todavía varios días por delante en Venecia. Y ahí comienza nuestra aventura, cuando ya quedan pocas fuerzas, y por mucho que lo intentemos, nadie se hace la idea de verdad de lo que vivimos.
Lo intentamos. Reconstrucción de los hechos:
Llegamos al puente Rialto en unos 13 min más o menos, sin problemas. Bien señalizado y el camino más o menos claro. Hacemos unas cuantas fotografías y emprendemos la marcha hacia a las 23:35. El camino desde aquí hasta la Plaza de Roma es totalmente inexplicable, imposible de describir. Seguimos los carteles por un laberinto sin fin. No hacemos fotos, solo andamos por calles estrechas, a la derecha, izquierda, derecha, derecha, derecha ¿no hemos hecho un círculo?... Parecemos atrapados en ese cuadro de escaleras que solo suben. Es surrealista porque, además, no hay nadie en las calles, empieza a darnos respeto y todo. ¡Ah, no espera! Tenemos compañía en un estrechisimo callejón por el que caminamos en línea, una ratas se cruzan en nuestro camino y se quedan paradas. Ahí no hay espacio para todos. No se me ocurre más que empezar a decir “no te acerques que estos bichos saltan”. Entro en pánico y me imagino a esa pareja de bichazos con ojos brillantes haciendo un Kung Fu Rata. Pero el que no escribe no se acobarda, solo lo hace con las cucarachas, mete un pisotón y las ratas se meten en una pared por la que yo casi no me atrevo a pasar por si vuelven a salir. Seguimos por el laberinto, dolor de pies, sudando y a un paso rapidito. Hay un momento que parece que volvemos a la civilización, pedimos orientación a unos camareros. ¡¡Pero si estamos siguiendo los carteles!! ¿por qué no llegamos? ¿qué broma es esta? 35 min después sin parar de caminar a paso ligero ni un segundo, llegamos al autobús 2. Está ahí, esperando para salir. Entramos y validamos los abonos de transporte.
Estaba lleno y nos tocó ir de pie, pero lo hicimos felices, exhaustos, sorprendidos, perplejos y estupefactos por el camino de vuelta vivido. ¿Eso lo íbamos a tener que repetir cada día? En el día siguiente estaría la respuesta. Y en la entrada siguiente también estará un recorrido completo por la Venecia monumental, por sus diferentes barrios, parte de su historia y mucho más.
¿Tienes planes hoy?
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