Con un poco de tensión, el pasado puente de diciembre, casi a última hora, decidimos poner rumbo hacia el Pirineo Aragonés (Huesca). Lo hicimos en unos días de calma que se produjeron entre fuertes nevadas caídas los días anteriores y una ciclogénesis explosiva que llegó a la península el día después de estar nosotros allí. Lo hicimos en unas condiciones físicas aún peores que de costumbre, porque el que no escribe iba sin nada de voz y yo con mi muela recién quitada. Una pareja perfecta para subir a las montañas.
Así que nos fuimos con un kit de viaje de esos con los que da vergüenza que alguien te pueda preguntar cuántos días te vas, por la de cosas que llevas. Pero del puente en su conjunto hablaremos otro día, hoy nos vamos a centrar en una de las excursiones que realizamos y nos pareció muy bonita y sencilla.
Nos habíamos llevado las raquetas de nieve, porque teníamos esperanzas de poderlas utilizar. Pero al llegar al valle, en el que pasaríamos los días de ocio, había mucho hielo y no tanta nieve. Así que, raquetas no pudimos usar, aunque los bastones, aquí, a la que escribe le vinieron muy bien, dada su negada estabilidad sobre terrenos resbaladizos.
Para realizar la ruta del Ibón de Piedrafita hay que desplazarse al pueblo de Piedrafita de Jaca. Está en el Valle de Tena. El aparcamiento adecuado para dejar el coche es el que encontraréis si seguís las indicaciones hacia el Parque Faunístico de Lacuniacha. Nosotros salíamos de Sabiñánigo y tardamos una media hora en llegar. El día estaba bastante fresco pero no amenazaba lluvia y las previsiones del tiempo tampoco hablaban de nieve.
En la zona del Pirineo Aragonés, a los lagos de origen glaciar se los conoce como ibones. Es fácil encontrar un montón de ellos en la zona. Nosotros, dado que íbamos un poco tocados al Pirineo, optamos por una rutilla que no exigiera mucho esfuerzo y fuera sencilla. Esta ruta no es circular (al menos como la realizamos nosotros, desconocemos si existe una alternativa, que seguramente sí, que permita hacerla circular), ida y vuelta son 8 kilómetros según nuestro GPS, 100 metros de desnivel y caminos que se transitan fácilmente. En nuestra visita, lo único que pudo complicarse un poquillo más fue un pequeño tramo que con el hielo, la nieve y el barro, era algo más resbaladizo, pero nada insalvable para una patosa como yo, así que podéis ir en paz.
Llegamos cuando no había demasiada gente aún en el aparcamiento y vimos el acceso con barro y hielo. Así que, como buenos aventureros que somos, decidimos no entrar y dejarlo fuera. Ya véis, pura adrenalina nuestra. En los laterales de la carretera que lleva al aparcamiento hay hueco para estacionar, de hecho algunos ya lo habían hecho. Luego resultó que el acceso al aparcamiento estaba bastante bien. Es gratuito.
Al otro lado del aparcamiento comienza la ruta. No tiene pérdida, pero esta vez no tiene pérdida de verdad, sorprendentemente, tampoco para nosotros, ¡toda una novedad!
La ruta comienza por una pista, con un paso de ganado, que va en ligero ascenso. En nuestra visita alternaba tramos nevados, tramos helados, tramos con barro y un bonito paisaje que acompañaba el paseo.
Durante 3 kilómetros vas siguiendo la pista, viendo las montañas, los campos. Probablemente debería oirse más el murmullo del agua, pero la sequía es tremenda, así que apenas encontramos en el primer tramo pequeños arroyuelos que se van dando forma al hielo.
La nieve que había caído días atrás se había quedado totalmente helada, pero mientras caminábamos por allí no pasamos nada de frío, apenas soplaba el viento y, en movimiento, el frío se deja de sentir si vas equipado medianamente bien.
Hay un momento en el que en el lado izquierdo de la pista aparece una señal que indica la dirección que hay que seguir para llegar al ibón, sale a la izquierda de la pista. A partir de ese momento, la ruta se convierte en algo muy bonito. En primavera tiene pinta de ser también chulísimo.
Ahí, teóricamente, se abre paso un riachuelo, que caería en pequeños saltos de agua si no estuviera helado, y que hay que ir remontando por su margen derecho. En época de paisaje invernal los saltos de agua no se perciben igual de bien. Una alfombra blanca cubría el riachuelo, se veían los bordes de las piedras, se intuía la caída del agua y en algunos tramos que quedaban despejados se veía como corría por debajo de la helada.
Este es el tramo del que os hablábamos que puede resultar más resbaladizo, sobre todo, si pasais después de que haya sido muy pisado. A la ida, a nosotros no nos resbaló ni la mitad que a la vuelta.
Disfrutamos un montón en esta parte, con las cámaras y la suerte de haber ido bastante pronto, porque después descubriríamos que es una ruta bastante concurrida y puede llega a haber bastante gente, principalmente, por la parte del riachuelo, al menos con nieve, donde el espacio de paso no es muy ancho.
Una vez que se remonta el río, se llega a una amplia explanada, al fondo las montañas. Una imagen preciosa que te hace sentir muy pequeño.
Ya solo queda ascender una pequeña cuesta, pequeña de verdad, que deja a la vista el Ibón de Piedrafita.
Ya solo queda ascender una pequeña cuesta, pequeña de verdad, que deja a la vista el Ibón de Piedrafita.
Desde arriba observamos el ibón congelado, entre blanco y transparente. El hielo dejaba ver por debajo muy poca agua y las piedras del fondo. Tal y como está el paisaje, a pesar de intuirse que el ibón apenas tenía agua, los contrastes de hielo, nieve, piedras, el cielo, las montañas crean un paisaje lleno de profundidad y en el que apetece respirar hondo de forma muy intensa.
Decidimos bajar para aproximarnos al ibón. La gente estaba caminando por el ibón helado con mucho cuidado, cierto que si se derritiera dudamos que cubriera mucho. El que no escribe siempre ha sido un chico amante del riesgo y no se iba a quedar con las ganas de sentir la adrenalina de caminar sobre él. He visto a niños de un año que daban menos miedo que mi intrépido aventurero.
Nos sentimos afortunados de ver el ibón con algo de agua. De camino al Pirineo desde Madrid, nos habíamos ido encontrado embalses y ríos secos, y los que tenían agua, en vez de correr, estaba estancada. Al ibón aún le quedaba un poquito de vida, aunque por lo visto es habitual poder encontrarlo en algunas fechas seco.
Después de estar un rato en la zona, locos con las cámaras. Ponemos rumbo de vuelta y, como os decíamos, lo hacemos deshaciendo el camino que nos había llevado hasta allí.
La ruta la comenzamos un poco antes de las 10 de la mañana y a las 13.15 estábamos ya en el pueblo de Piedrafita de Jaca aparcados y pensando en comer. Unas 3 horas más o menos, parando a hacer muchísimas fotografías.
Aquel día, el plan del mediodía lo llevábamos improvisado. Dado que Piedrafita de Jaca está al lado del comienzo de la ruta, decidimos parar a comer allí. Aparcamos el coche en el pequeño aparcamiento que hay a la entrada, según bajas del ibón, y salimos a buscar qué tomar.
Piedrafita de Jaca es un pequeño pueblo pirenaico, con la estética que esperas de un lugar así.
Las casas de piedra gris con sus tejados oscuros y, aquel día, las calles congeladas. El enclave es el elemento mágico que tienen estos pequeños pueblos montañeros.
Había salido un sol bastante intenso, con él, curiosamente, nos había entrado un destemple importante y teníamos frío. Así que entramos en el primer lugar que se cruzó en nuestro camino. En el Refugio Telera. Tenían un menú del día, así que, viendo las posibilidades que teníamos a nuestro alrededor, decidimos que era el momento de parar y comer. La suerte estaba echada.
De primero, unas migas (clásico en la zona) y unas judías de Tolosa. Muy normalitas. De hecho, las judías no estaban cocinadas de la forma tradicional, el caldo era bastante más sabroso de lo que se espera de esa preparación y, además les faltaba tiempo de cocción, estaban muy enteras. Las migas no estaban mal, pero en comparación con otras que tomamos en ese viaje, fueron las más flojitas.
De segundo, pedimos un churrasco y un plato y falafel (es vegetariano, no somos vegetarianos pero nos gusta todo). Ambas cosas normales, quizá lo más rico el falafel, aunque la carne tenía buen sabor. De postre, el que no escribe se puso interesante y dijo que quería un café, qué blando, yo me pedí una tarta de queso y estaba aceptable. Un sitio en el que se puede parar a comer, pero que no destaca especialmente.
Con el estómago caliente salimos a dar una vueltecita más a Piedrafita de Jaca, pero en unos minutos habíamos paseado por todas sus callecitas, tiritamos como si no hubiera mañana y con la mente en el plan que nos ocuparía las tardes, un SPA bien calentito en nuestro hotel.
El Ibón de Piedrafita es la típica ruta que te puedes plantear si vas con niños, o si no eres una persona habituada a la alta montaña, también si lo eres y te gustan los paisajes bonitos o si, simplemente, quieres alternar experiencias de naturaleza y pueblos y que en el mismo día te de tiempo a hacer ambas cosas. Es una excursión para poder pasar un buen rato y disfrutar de un paisaje espectacular. ¡Es el tipo de rutas que nos encanta!
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