El quinto día de nuestra estancia en Alsacia era un miércoles laborable, justo el previo al comienzo del puente de diciembre. El día anterior habíamos estado en Estrasburgo, una ciudad que nos pareció encantadora en estas fechas.
Aquel día era nuestro último día efectivo en Alsacia. Nuestro avión salía al día siguiente a las 10 de la mañana más o menos. Así que nuestras últimas experiencias turísticas iban a ser las de aquel día. Eso sí, lo aprovechamos a tope.
En este día fuimos a recorrer algunos pueblos menos populares pero con mucho encanto y, también, a volver a Riquewihr. En nuestro segundo día en Alsacia lo visitamos con su mercado de Navidad y en fin de semana. La experiencia de aquel miércoles nos regalaría un pueblo totalmente diferente e igualmente bonito.
Comentaros que en este día teníamos previsto visitar el castillo de Haut-Koenigsbourg, que tenía muy buena pinta, para nosotros principalmente por las vistas sobre la región. Pero un día más, a pesar de los pronósticos meteorológicos de Google, el día amaneció aún más frío y con más niebla, con lo cual, descartamos el castillo.
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Nuestro primer destino del día fue Obernai, donde llegamos en unos 40 minutos aproximadamente. Hay un aparcamiento bastante amplio para estacionar, a pesar de ser las 10 de la mañana, nos extrañó la cantidad de coches que había.
Luego, durante la visita, no encontramos a casi nadie por las calles y parecía que nos habían dejado el pueblo para nosotros solos.
Se trata de un lugar con calles muy coquetas caracterizadas por las construcciones típicas de la región que hemos visto anteriormente. Y no hay que menospreciar la importancia histórica de este lugar.
Obernai fue una de las ciudades imperiales del Sacro Imperio Romano que formó parte de la Decápolis. En el s.XIV, varias ciudades imperiales de la zona hicieron una especie de alianza para conservar sus derechos y privilegios, además de Obernai, también formaron parte otros de los pueblos que visitamos en este viaje como Colmar, Turckheim, Kaysersberg o Mulhouse. Esta alianza de diez estuvo coleando durante varios siglos, con muchas idas y venidas, suspensiones, entradas y salidas, hasta su total disolución en el s.XVII cuando pasó a formar parte de Francia.
Obernai está incluído en la lista de los Pueblos más bonitos de Francia (Plus Beaux Détours de France).
Atravesamos los restos de su muralla y nos adentramos en el casco histórico. Paseamos por sus calles, llegamos a la Plaza del Mercado. Estaba decorada como las fechas lo requieren.
De nuevo, un carrusel en nuestras vidas. La iglesia. Y todo envuelto de la neblina o, más bien, niebla que nos quiso acompañar casi todo el viaje.
En Obernai tenían montado su mercado de Navidad que, curiosamente, estaba con un control de seguridad muy exhaustivo. Nos llamó la atención porque, a excepción de Estrasburgo, donde la seguridad era impresionante, en Colmar, que es uno de los lugares con más visitantes y gentes no encontramos un despliegue tan impresionante. Pero en Obernai nos hicieron, no solo mostrar nuestros bolsos y mochilas, sino abrirnos los abrigos, etc.
El Mercado está puesto en una especie de explanada, cuenta con unos cuantos puestos y en aquel momento poquita gente. De nuevo mucho encanto.
Desde Obernai ponemos como destino Barr. Apenas nos separa un cuarto de hora. Nos encontramos en destinos que forman parte de la famosa Ruta del Vino de Alsacia. De hecho Barr se considera la capital de la zona del Bajo Rin.
Como veis, estamos visitando lugares que no destacan por su importancia monumental, lo mejor es pasearlos y disfrutar de su arquitectura y callejeo. Los rincones y el enclave en el que se encuentran.
Nosotros aparcamos bastante cerca de la plaza de la localidad. Desde allí, comenzamos nuestra visita. Al lado de la plaza salen unas escaleras que te llevan a la parte más alta, al lado de la iglesia y el cementerio.
Luego descendimos y fuimos dejándonos llevar por lo que nos surgía, una calle a la derecha, otra calle a la izquierda. De nuevo parecíamos estar solos. Cada giro que hacíamos descubríamos un rincón que nos parecía bonito.
Apenas tres o cuatro personas nos encontramos y una de ellas, de nuevo, quiso emprender una complicada conversación. Una amable señora nos vió a cada uno con la cámara disparando y nos señaló a los equipos. Y desde ese momento intentó por todos los medios decirnos dónde teníamos que ir para sacar unas fotos bonitas, suponemos. No logramos entendernos y puso empeño a morir, nosotros también. De hecho, seguimos los pasos de lo que creímos haber entendido, pero nada diferente a lo visto previamente apareció.
Tras callejear hasta volver a nuestros comienzos del camino decidimos continuar nuestra ruta. Una ruta que solo nosotros parecemos frecuentar en el día. Y así llegamos a Mittelbergheim, a cinco minutos de Barr. Este pueblo lo incluimos en el último momento, ya que en el itinerario inicial teníamos el castillo, por lo que no veíamos factible meter muchos más lugares. Al final, al vernos obligados a suprimir el castillo, incluimos esta parada, algo de lo que nos alegramos mucho.
Mittelbergheim está incluído en la lista de los Pueblos más bonitos de Francia, al igual que Obernai. Forma parte de la ruta de los vinos y, en esta ocasión, nos encontramos con un pueblo mucho menos ornamentado que los que vimos días atrás, pero que tiene un encanto especial. No sabemos si habéis visto la película “ Un buen año”, pero nos recordó bastante. Y fue un placer encontrar en todo el itinerario un pueblecito un poco diferente.
Cuando llegamos a Mittelbergheim era el mediodía más o menos y estaba cayendo una helada de impresión. El aparcamiento se encuentra a las afueras de la localidad, rodeado de viñedos, los cuales cerca de las 13:00 se encontraban totalmente congelados.
Desde el primer momento que paseas por el pequeño pueblo puedes ver su estrecha relación con el vino; prensas, molino y detalles que hacen referencia a él.
Sus callejuelas tienen bastante encanto, aunque apenas sean cuatro. Y en nuestro caso además se convirtió en el lugar en el que parar a comer. De golpe, nos dimos cuenta que la hora se nos había echado encima. Sentimos miedo, si no había gente casi en Obernai y en Barr, Mittelbergheim aún tenía menos. No parecía haber ningún local abierto, un silencio infinito invadía el pueblo.
Pero pasamos por la puerta de un local que tenía una carta en la puerta. Se entraba como a un jardín y para ver el interior había que subir unas escaleras. No había mucho donde elegir, así que entramos en Au Raisin D’Or. Y fue toda una sorpresa.
En la planta alta, un cálido restaurante de manteles rojos y sillas de madera. Las ventanas de celosía dejaban ver los travesaños de madera de la casa de enfrente. Olía muy bien y hacía calor. Lo más sorprendente, la gente estaba ahí. Había alguien más que nosotros en Mittelbergheim y se estaban poniendo las botas.
Comimos de maravilla. En esta ocasión los platos elegidos fueron magret de pato con castañas y manzana, que estaba cocinado al punto y buenísimo. Y un Jambonneau con salsa de cerveza y queso Munster (el que te persigue por toda Alsacia). Estando en zona de vino pedimos una botella pequeña de vino de la zona (no nos convenció el que nos pusieron), un par de cafés y una botella de agua. Un poco más de 50 euros. A nosotros nos pareció un lugar muy recomendable.
Salir a la calle después de estar a refugio comiendo fue un contraste un poco duro. En seguida nos pusimos camino a Riquewihr. Después de haber repetido Ribeauvillé, nos pareció buena idea acercarnos a éste para ver como estaba un día en el que el mundo parecía estar escondido.
En una media hora estábamos allí, nosotros, el frío y la niebla. Al entrar parece otro lugar, la niebla le sienta bien, llamadnos locos. El pueblo está tranquilo pero no tanto como los anteriores.
Aprovechamos para darnos un paseo por la localidad, que se puede ver mucho mejor sin el Mercado de Navidad y con la mitad de gente. Si queréis ver más de este pueblo y habéis llegado a esta entrada sin ver la anterior os recomendamos que os paséis por el día 2 de nuestro viaje, donde enseñamos la cara más navideña (y soleada) de este lugar.
Aprovechamos para sacar algunas fotos más. Lo cierto es que desde las 9 de la mañana tanto tiempo en la calle con temperaturas bajo cero hace que, cerca de las 19:00, uno esté exhausto y con ganas de refugio.
Desde Riquewihr pusimos rumbo a Colmar para cenar, directamente. Lo hacemos en el mismo lugar, que el día 3. Un lugar informal para repetir la experencia de las Tartes Flambees.
Aquella noche era la última y a pesar de estar destemplados y cansados necesitamos darnos otra vuelta por Colmar. Volver a fijar las imágenes de los colores y decoraciones de Colmar. Ese pueblecito que parece sacado de un cuento.
Paseamos congelados y volvimos al hotel a hacer las maletas, a comprobar si la luna de la Kangoo no se había resquebrajado en mil pedazos y a esperar que no lo hiciera durante la helada de la noche.
A la mañana siguiente, la luna seguía rajada de lado a lado, no podía avanzar mucho más. Curiosamente, recordándonos nuestra experiencia irlandesa, aquel día amaneció con sol. Sin nieblas, justo el día de vuelta, por fin, las predicciones meteorológicas se cumplían, solo que con 4 días de retraso. Dejamos el coche sin incidentes y el vuelo se desarrolló con normalidad.
Volvíamos con muchas fotos, muchas cosas que contar, muchos recuerdos que guardar y ¡atención!, con tres días libres por delante para disfrutar de Madrid en Navidad, que no tiene nada que ver, entre otras cosas, porque el año pasado cuando nos fuimos a comer nuestro bocadillo de calamares, como cada año, a la Plaza Mayor se podía estar con una cazadorita vaquera y a pleno sol. Que luces y encanto no tendremos, pero se puede pasear… jajajaja
Alsacia es un lugar idílico. De esos viajes que sabes que recordarás. No hacen falta demasiados días, se pueden ver 10, 6, 4 ó 3 pueblos o ciudades, da igual. Al llegar a alguno de ellos verás que, solo por estar en ese escenario una vez en la vida, mereció la pena. No es un destino monumental, es un destino para la ilusión…