El día de hoy tiene varios atractivos a los que les teníamos muchas ganas. La primera parada en los Slieve Leagues, los acantilados más altos de Europa. De ahí, si el tiempo nos deja, queríamos volver a Glengesh Pass (que era realmente cuando lo teníamos programado), luego acercarnos a Saint John's Point, destino paisajístico, y si nos daba tiempo acercarnos a la Cascada Glencar, visita a Sligo con su abadía y acabar el día en Grange, ubicación que solo era para dormir. No lo hicimos en Sligo porque no conseguimos alojamiento a precio decente cuando buscamos.
El día anterior había sido duro, la lluvia incesante nos había estado amargando un poco la existencia, aunque a pesar de ello no consiguió dejarnos paralizados en ningún momento. Al despertarnos yo lo hago primero y, sigilosamente, me pongo a mirar en internet el pronostico del tiempo: dan lluvia.
Eso ya no me preocupa, ahora quiero saber solo si la lluvia es constante como el día anterior o con intervalos. Recuerdo que cuando fuimos a Escocia en todas partes decía que agosto era un mes fatídico para las lluvias allí. Íbamos preparados con kit contra inundaciones. Y no llovió en 11 días más que dos horas, todo sol. Esto debe de ser la venganza por esa suerte que tuvimos.
Descansamos bastante bien. En el desayuno, el que no escribe también decide pasar de la salchicha. Y por renunciar a ellas somos obsequiados de nuevo con doble de bacon. El colesterol y los triglicéridos estaban desatados. Además, decidimos incorporar una tostada con mantequilla y mermelada. Esa es la actitud.
Primer destino, los Slieve League, seguimos en el Condado de Donegal. Desde Donegal Town hay aproximadamente una hora y cuarto. Salimos temprano, con todas nuestras maletas a cuestas. Empezamos a tener ganas de pasar más de una noche en el mismo alojamiento.
Tal y cómo habíamos leído teníamos cierto miedo a la carretera de acceso a los acantilados. Es cierto que es estrecha pero no sé si sería porque fuimos a primera hora y no había tráfico, pero tampoco nos pareció un camino como para dar miedo. La parte más estrecha de la carretera la ocupan solo 4 km. Importante deciros que una vez que los recorréis llegáis como a un aparcamiento. Allí mismo hay una puerta de las que se ponen para evitar que el ganado traspase esa zona. Solo tenéis que abrirla y seguir conduciendo hasta arriba, porque en la parte superior hay otro aparcamiento que te deja directamente en los acantilados y te ahorras la subida a pie desde el parking inferior.
Los acantilados nos encantaron. A nuestra llegada no llovía, chispeaba ligeramente, pero se podía estar perfectamente. Sopla el viento fuerte, eso sí, muy fuerte. Estaréis a más de 600 metros sobre el nivel del mar. Aquí lo que peor que te puede pasar es la niebla o nubes bajas. Nosotros pillamos un poco, pero os recomendamos que os quedéis un rato y esperéis. Como suele soplar el viento, el paisaje es cambiante por instantes.
Hay una especie de escaleras “naturales” que te llevan hasta una parte más alta con unas vistas muy chulas, os recomendamos que andéis un rato por allí. Cuando estábamos nosotros en la parte más alta, empezó a llover con ganas, aunque por suerte no fue mucho lo que tardó en parar.
Estuvimos un rato esperando a ver si desaparecían del todo las nubes, pero no lo hicieron. Aun así nos pareció un lugar maravilloso. De bajada en el coche, hicimos alguna parada por el entorno que los rodea, para dar unos saltitos cual cabritillas (sí, somos de esos...) y hacer alguna foto adicional, aprovechando que no llovía.
Desde allí quisimos apostar por Glengesh Pass de nuevo, esa imagen que tuvimos el día anterior no era la que queríamos. Para llegar bien desde allí, lo único que tuvimos que hacer es poner en el GPS, dirección Ardara (el pueblecito del que os hablamos ayer).
La carretera que te va a llevar hasta este mirador es bastante estrecha, pero con ir tranquilo es suficiente, y además os va a regalar unas preciosas vistas. Por suerte, en esta ocasión, lo llegamos a pillar hasta con sol. Y somos tan felices… (testarudez recompensada).
Saint John's Point era nuestro próximo destino, a unos 50 minutos del anterior. Teníamos entendido que era un buen lugar para contemplar la Bahía de Donegal. Así que como nos pilla en ruta, decidimos desviarnos. La carretera que lleva hasta el faro es muy estrecha, pero tiene unas vistas muy bonitas.
Una vez que llegas a la zona del faro, aparcar y echarse un rato a andar por la zona. Acercarse a los acantilados (con cuidado), a sus praderas verdes, a obtener vistas de la bahía.
En treinta minutos que estuvimos allí salió el sol rabioso, se puso a chispear, sopló el viento, se puso a diluviar, salió el sol de nuevo, llegaron vientos huracanados, paró de llover, salió el sol… Fue impresionante, porque cada cambio meteorológico que se producía parecía extremo.
Aquí, el que no escribe se puso a hacer algunas fotos y con su carácter intrépido y esa agilidad que le caracteriza dejó rodar rocas abajo la tapa de uno de nuestro objetivos fotográficos. Yo me arranqué la piel a tiras viéndole bajar a recogerlo. Con esos cambios climatológicos de golpe me imaginé una ola convirtiéndose en un tsunami.
De vuelta, por la carretera vimos un lugar donde pudimos estacionar el coche para comer. Nos hicimos unos sándwiches y aprovechando el sol nos sentamos rodeados de verde y frente una playa de agua verde y turquesa.
Comiéndonos una manzana, cuando casi la estábamos acabando, estuvimos un buen rato echándonos unas risas a costa de pensar qué pasaría en irlanda si tirábamos los restos de la manzana en el campo, teniendo en cuenta las lluvias y vientos del lugar, igual ocasionábamos un daño irreversible en el ecosistema, se llenaba eso de manzanos y acabábamos con las especies autóctonas del lugar. Desvaríos de los viajes...
Después de comer ponemos rumbo a la Cascada de Glencar (Condado de Leitrim). Nos pilla camino de Sligo. En aproximadamente una hora, hemos llegado allí. Aparcamiento gratuito y una vista de las praderas desde él preciosa. Se ha quedado una tarde bastante buena, teniendo en cuenta lo vivido el día anterior. En el aparcamiento había una camioneta que vende café, nos tomamos uno mirando a nuestro alrededor y disfrutando del momento, que bien lo vale.
La cascada está al lado del aparcamiento, solo hay que cruzar la carretera y en 3 minutos estás observándola. Es un paraje boscoso y sombrío. El acceso está perfectamente acondicionado para todos los públicos.
Está bastante bien. Ahí estamos un rato, sufriendo el mal de llevar una reflex al cuello, que aparte de que te duela la espalda está que todo el mundo te pide que le saques fotos, algo que me genera mucho estrés porque siempre ponen cara de decepción cuándo las ven. No, no es posible, que entre la cascada, entre el sujeto en primer plato, salga bien de luz, el agua tenga el efecto seda justo... Hay cosas que no se pueden.
Y acabas diciéndole que le sacas dos, una que sale todo y ellos en pequeño, y otra que salen ellos con un poco de cascada, pero aun así no parecen muy satisfechos. Como tengas la mala suerte de que alguien vea esta escena, nada más acabes, dirá "perdona, puedes sacarnos a nosotros también…" y tú acabarás viendo la cascada detrás del visor, pero lo peor es que será detrás de un visor que ni siquiera es el tuyo… Pero también nos ha regalado momentos muy divertidos, creednos.
Volviendo a Irlanda y olvidando mis traumas turisteros, estamos un rato en Glencar y ponemos rumbo a Sligo. Apenas se tardan 15-20 minutos en llegar.
Queremos ver la Abadía de Sligo, aparcamos en un parking que está en la calle Mall, a más o menos un kilómetro de la Abadía. 0,8€/hora, hasta las 18.30. Tomamos camino hacia la Abadía pero cuando llegamos ya no admiten visitas. El acceso se cierra a las 17.15, aunque se puede estar hasta las 18.00. Nosotros llegamos a las 17.22. Qué rabia…
Su origen data del s.XIII aunque ha sufrido todo tipo de daños a lo largo de su historia. Estuvo a cargo de los monjes dominicos. Y en el s.XVII, tras haber mantenido esta Abadía con dificultades por todas las inclemencias vividas, abandonaron el edificio. Un Lord se hizo cargo de él, llevando acabo una reconstrucción a mediados del s.XIX, quedando tal y como está.
Fotografiamos por fuera, que se puede hacer más o menos bien y nos damos una vuelta por Sligo. Es un lugar que tiene bastantes contrastes, algunas calles con bastante encanto, otras con menos, otras con ninguno.
Tiene fama de tener muy buenos pubs para escuchar música. Nuestro plan inicial había sido alojarnos aquí pero no encontramos disponibilidad en los sitios que nos gustaban, así que acabamos reservando en Grange, a 20 minutos de Sligo.
Camino de Grange vamos todo el rato pendientes de de la montaña más conocida en el Condado de Sligo, el Ben Bulben. Es una montaña que acaba plana por arriba, y sus laderas están llenas de estrías verticales. Una montaña cuyo origen dicen que se remonta a la Edad de Hielo. Como pasa en Irlanda, de nuevo, las laderas parecen enmoquetadas por un verde único.
Tenemos suerte y ha salido el sol, por lo que, mientras vamos en el coche la vamos viendo, pero no encontramos el momento para inmortalizarla también, como recuerdo fotográfico. Nos encontramos en la carretera con Drumcliff, parece que ahí se puede parar, y se ve la montaña.
Casualidades de la vida, Drumcliff acoge la iglesia St. Columbus y el cementerio en el que se encuentra enterrado el poeta W. Yeats (ganador del Nobel). Además hay cruces celtas, una con más de 1.000 años de antigüedad, también hay una torre circular del mismo estilo de la que os hablamos en Monasterboice, construcción típica irlandesa.
En este punto, además, comentar que nos llamó la atención que en casi todos los aparcamientos cercanos a un lugar turístico, bien urbano, bien natural, solía haber carteles que avisaban de que no dejaras nada a la vista en el coche por riesgo de robo.
Nosotros lo habíamos dejado todo a la vista. Así que, al encontrar el cartel cuando andábamos bastante alejados del coche, un escalofrío recorrió nuestros cuerpos y pusimos el acelerador para volver al coche lo antes posible. Y ahora sí, con nuestro recuerdo de la pintoresca montaña y con una tarde en la que los verdes, se veían verde de verdad. Fuimos camino del alojamiento.
Alojamiento: Mount Edward Lodge. Se encuentra a 3 kms de Grange, para llegar al alojamiento hay que ir por carretera muy estrecha, muy muy estrecha, incluso para estar en Irlanda. La habitación no es muy grande pero es cómoda, aunque el edredón una vez que te lo echas encima no te mueves, quintal y medio pesaba. Reservamos una cama king size, pero parecía ser de 1,60 más bien. La ducha muy bien y las toallas agradables ¡Y de tamaño normal! A tener en cuenta, porque no lo pone en ningún lugar, hasta que estás allí, si pagas con tarjeta tiene un recargo del 3%. En este alojamiento por la noche debes elegir qué vas a querer desayunar al día siguiente.
Una vez hecho el check-in, ponemos rumbo a Grange (Condado de Sligo). Grange resulta ser la mínima esencia de un pueblo. Un cruce de caminos entre dos carretera, cuatro casas y un bar. Nadie en la calle. Nos quedamos un rato mirando a nuestro alrededor, y llegamos a la conclusión de que solo podemos hacer una cosa, ir al “bar del pueblo”. Lang Bar & Restaurante.
De nuevo al abrir la puerta parece que nos hayamos trasladado a otro lugar. Es muy grande y está llenísimo. Tiene dos puertas, una da a la zona como de bar, con una barra y una televisión. Estamos en época de Olimpiadas y curiosamente está jugando Nadal. Orgullo español.
Pedimos mesa, todo está ocupado. Así que les decimos que nos tomamos algo en el lado del bar y ellos quedan en avisarnos. Pero pasa más de una hora y nadie nos ha avisado. Nosotros estamos felices y relajados, viendo el tenis, charlando. El ambiente es muy bueno, pero hay un punto en esta vida en que el estómago se pone insolente y solo quiere ser satisfecho.
Comentamos a una camarera que llevamos esperando una hora y en unos minutos nos asignan la mesa (qué bandidos, se habían olvidado de nosotros).
La parte del restaurante es muy acogedora, madera, velas, calorcito, música de ambiente bajita. No sé de dónde puede haber salido toda esa gente teniendo en cuenta lo que es “Grange”. La cena además está buenísima. El que no escribe pide una hamburguesa de pollo estilo Cajún con verduritas, que estaba dentro de las recomendaciones del día. Y yo pido unos noodels con pollo y verdura, estupendos. Guinness y agua 35 euros.
Al terminar, aunque parezca raro, aquí no tenemos lugar donde escuchar música, así que ponemos rumbo a nuestro alojamiento de acceso por carretera oscura, estrecha y por suerte solitaria, para dejarnos caer hasta el día siguiente, que nos quedaba mucha mas Irlanda por descubrir.
¿Tienes planes hoy?
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