Hace más o menos un año, sobre estas fechas, a la vuelta de un estupendo viaje por el sur de Inglaterra en coche, sentíamos la necesidad de perdernos por uno de los lugares que más nos relajan: Cantabria.
Así que deshicimos los maletones de nuestro tour británico con celeridad y, en un pis pas, montamos unas pequeñas trolleys para escaparnos a la tierruca ¡Y allí nos plantamos!
En esos tres días, el tiempo no acompañaba mucho para el baño pero lo bueno en Cantabria es que siempre existe un Plan B, que es igual de atractivo que el Plan A. Así que uno de los días nos fuimos a recorrer una parte de la costa que aún no conocíamos y que nos pareció espectacular: la Costa Quebrada.
Este tramo de costa es el que comprende desde la zona de Liencres hasta la Península de la Magdalena. En él se encuentran maravillosos paisajes costeros, en los que uno puede dejar correr el día sin que el tiempo parezca que pase.
El nombre que tiene este tramo costero anticipa a tu imaginación lo que quizá podrías encontrarte. El viento y el agua generan una erosión en la zona que configura imágenes maravillosas, algunos acantilados, rocas segmentadas y pequeñas playas que parecen sacadas de una película. Existe un proyecto actualmente para la creación del Parque Geológico de la Costa Quebrada, ya que este lugar cuenta con una gran geodiversidad muy importante.
Como podréis comprobar si vais allí o mirando alguna de nuestras imágenes, parece que la costa se resquebraja y, en función de las mareas, a veces parece que quedan trozos flotando en el mar, o bien se puede observar, si la marea está baja, las formas que han ido quedando en las rocas. Es una zona preciosa.
Nuestra primera parada comenzó en la Playa de Somocuevas, en Liencres. Es una playa que está dividida en dos y separada por una duna. Como os comentábamos, el día no estaba demasiado apetecible para el baño, por lo que no encontramos a mucha gente en la zona a pesar de ser agosto. Es una playa en la que se pueden encontrar nudistas.
Miramos a nuestro alrededor y nos dejamos conquistar por el mar, las formas de la rocas y el sonido que hacen ambos al chocar. El mar estaba bastante tranquilo y es fácil saber que uno podría estar horas con la cámara en mano en un lugar así; un lugar muy fotogénico. Desde las alturas, donde aparcamos el coche, ya nos lo pareció pero cuando fuimos bajando a pie de arena la sensación se fue confirmando.
Tras un rato en esta playa, continuamos nuestro trayecto, siguiente parada la Playa de Cerrías. Nos establecemos playas como punto de parada para seguir una ruta que nos pueda ir regalando lugares en los que parar.
Continuamos nuestro recorrido costero, próxima parada, la Playa de Covachos. Este lugar se encuentra a unos 3 km de Soto de la Marina. Para llegar a ella dejamos el coche estacionado a unos metros y seguimos un camino que nos dirige hacia allí.
Desde él ya se puede ver el Castro de Covachos, que es una pequeñísima península que se encuentra en el centro de la playa. En nuestra visita la marea estaba alta y ese trozo de tierra parece independiente del resto, pero en marea baja, por lo visto se encuentra unido con la costa.
Este lugar nos pareció de gran belleza. La cantidad de rocas que tiene esta costa hace que el mar se pueda ver de diferentes azules y el agua sea especialmente transparente.
Nos sentamos un rato, como nos gusta hacer, solo a mirar, escuchar el mar y disfrutar. Estábamos solos en pleno agosto, para que luego digan que los días nubladillos no tienen ventajas.
Desde la playa de Covachos continuamos nuestro recorrido por la Costa Quebrada y hacemos la que sería nuestra última parada, el lugar elegido la Playa de Arnía.
Pero antes paramos a comer en Liencres. Optamos por un lugar para picar y hacer una comida informal. Acertamos, al llegar un poco tarde, tuvimos mesa en la terraza de Bellota y Garnacha, un lugar en el que en el momento que te dan la carta todo te apetece. Y así estuvimos un rato hasta decidir qué elegir. Deliciosas las rabas de chipirón.
En la Playa de Arnía, si llegáis con la marea baja, podréis disfrutar muchísimo de las formas de las rocas, donde destacan sus espectaculares flysch. Da una sensación vertiginosa en alguno de sus puntos.
La Costa Quebrada es otro de los paisajes cántabros que te conquistan, merece la pena acercarse en cualquier época del año, porque es un paraje en el que parar, ya sea invierno o verano, más que playas, se ve el mar, las rocas y suena genial…