En nuestro viaje por el corazón de los Pirineos Oscenses hicimos una pequeña excursión a un pueblo de los denominados como “abandonados”, aunque este adjetivo no haga justicia a su historia, porque realmente fue un pueblo “expropiado”. Sus habitantes no dejaron sus hogares de forma voluntaria, sino que fueron obligados por unas circunstancias particulares que más adelante os comentaremos.
Jánovas se encuentra a 15 km de Ainsa (precioso pueblo con encanto), el acceso lo realizamos a pie, dejamos el coche en las coordenadas que se encuentran al final de la entrada en "ubicación", y desde allí comenzamos a descender levemente hasta llegar a un puente de tablones que cruza el río Ara.
El paisaje que rodea este paseo es muy bonito y resulta un entorno maravilloso para caminar. Después de recorrer en la zona lugares como el Cañón del Añisclo o la Ruta que lleva por Ordesa hasta la Cola de Caballo, esto no tiene nada que ver. Simplemente queríamos llegar a este núcleo del que habíamos oído hablar como un agradable paseo. Desde el lugar en el que aparcamos hasta el pueblo habrá unos 15 minutos caminando tranquilamente.
Los pueblos abandonados te despiertan muchas preguntas y, sobre todo, al menos a nosotros nos dan nostalgia y tristeza. Ver cómo la vegetación conquista territorios antes ocupados por un pueblo, por vidas y, ahora, convertido por calles desérticas, genera extrañas sensaciones, más aún, cuando sabes que su destino fue forzado y contra la voluntad de sus habitantes con un fin que nunca se produjo. Por suerte, desde nuestra visita en 2012 hasta la fecha, la historia de Jánovas parece poder tener un “continuará” feliz.
Jánovas, junto con otros municipios colindantes fueron la zona elegida para construir un pantano. Los inicios se remontan a 1917, pero no es hasta los años 50 cuando esto se considera una obra de interés general. A principios de los años 60 es cuando se produce la expropiación. Sobre ésta, hay numerosos testimonios que relatan lo duro de la misma, cómo se dinamitaron viviendas, cómo se cerró la escuela y, sobre todo, cómo resistió un matrimonio hasta mediados de los años 80, sin luz ni agua, solos en la localidad, teniendo constantes “visitas desagradables” para intentar que se marcharan.
El embalse nunca se construyó. Quedó paralizado durante años, mientras que el pueblo fue condenado al abandono y la impotencia. Finalmente un estudio medioambiental por fin negó la viabilidad del proyecto por el fuerte impacto ambiental del mismo. Y poco a poco se fue reconociendo el derecho de los vecinos a volver y retomar sus propiedades, siempre y cuando devolvieran las cantidades que les dieron por la expropiación más los intereses pertinentes (que superan con creces el dinero que percibieron).
Pero como decíamos, la Historia de Jánovas, desde nuestra visita, deja un rayo de esperanza a la lucha de sus habitantes. Se ha ido firmando acuerdos con la Confederación Hidrográfica del Ebro para la reversión de las tierras. Una reversión, por supuesto, no gratuita y por importes que no consideran adecuados, pero sus gentes tienen ganas de cerrar este trágico capítulo y continuar…
Jánovas ahora empieza a estar en manos de los suyos, es uno de esos pueblos que fue condenado al abandono para nada, un pueblo vivo que expropiaron y que se ha devuelto en ruinas, pero que ahora se está poco a poco recuperando. Jánovas, si todo sigue así, dejará de estar, afortunadamente, en la lista de pueblos abandonados, para abrir un nuevo capítulo de color en su historia.
No solo las historias de reyes, guerras, palacios, castillos y batallas hacen de un paseo una visita interesante, en Jánovas hay otra historia que marcó su destino, la historia de un pueblo que no se ha querido rendir en un entorno precioso…