¡Qué ganas! ¡Qué mono tenemos de Cantabria! Andamos en los últimos días buscando unas fechas y alguna oportunidad para poder escaparnos allí otra vez.
Hemos descubierto que nos encanta ir a Cantabria en pequeñas escapadas. Una larga está genial, pero encontrar tres días, cuatro, en los que escapar allí cuando menos te lo esperas nos reconstituye totalmente. Y ahora tenemos cierto ansia por volver a ir…
Hemos descubierto que nos encanta ir a Cantabria en pequeñas escapadas. Una larga está genial, pero encontrar tres días, cuatro, en los que escapar allí cuando menos te lo esperas nos reconstituye totalmente. Y ahora tenemos cierto ansia por volver a ir…
Hasta que esto se produzca, y para calmar un poco la ansiedad, hemos pensado en viajar a través de nuestras fotos, recuerdos y las letras a un itinerario que está en el corazón de Cantabria, y podéroslo mostrar a aquellos que hayáis elegido ésta comunidad autónoma como destino vacacional.
Hoy nos centramos en los Valles Pasiegos.
Los Valles Pasiegos los conocimos justo hace un par de veranos o así. Veníamos de pasar nuestras vacaciones en otro lugar y, al llegar a Madrid, una bofetada de calor nos tumbó. Fue tal la desesperación, que esa misma noche deshaciendo las maletas, nos metimos en internet para ver dónde refugiarnos del infierno durante los escasos 4 días que nos quedaban hasta reincorporarnos al mundo laboral. Esa misma noche reservamos y al día siguiente viajábamos a Cantabria.
Seis horas después de salir de Madrid estábamos muy cerca de Bárcena Mayor (en Los Tojos), comiéndonos un cocido montañes, a 18 grados, rodeados de una alfombra verde fosforito y 4 vacas en agosto ¡Pura felicidad!
Al día siguiente nos propusimos adentrarnos en los valles pasiegos. Los ríos que habitan en estos valles son el Miera, el Pisueña y el Pas. Cada uno de los ríos da nombre a uno de los valles, y los 3 forman “Los Valles Pasiegos”.
Aunque realmente yo escucho la palabra “pasiego” y pienso en los sobaos, irresistibles… lo sé, estoy enferma… Pero si lo estáis pensando, respondemos a vuestra duda: sí, son originarios de allí, junto con las quesadas. Claro que hablar de los sobaos antes que del paisaje, historia y pueblecitos protagonistas de esta entrada no queda bien, así que luego volveremos a los sobaos.
Los pasiegos, son los habitantes de estos valles. Durante la historia, su medio de vida principalmente fue la ganadería y agricultura. Para sobrevivir, en función de la estación del año, se trasladaban a una zona u otra del valle con su ganado.
El recorrido por esta zona engloba un mundo de paisajes naturales y rurales. Es sumergirte en el interior de esta tierra, por sus carreteras que transcurren pegadas a las faldas de los valles en un sube y baja de ligeras pendientes. Con vistas panorámicas y mucha tranquilidad.
Lo recomendable es que el día que os propongáis daros un paseo por este lugar esté, en la medida de los posible, despejado. Con ello no queremos decir soleado, sino sin nubes bajas, ausencia de niebla y, a ser posible, sin lluvia intensa. Pero el chirimiri o el nublado le sientan muy bien. Es un clima responsable de que los valles luzcan así de bonitos y las temperaturas sean tan agradables. En nuestras imágenes veréis algunas que tienen esa nieblina de la que os hablamos.
Dentro de los valles pasiegos existen numerosos pueblecitos y aldeas que pueden ser una parada. El encanto de esta excursión radica más en el el conjunto que en pueblos concretos. Nosotros elegimos unas paradas estratégicas picoteando un poco de cada valle, pero hay otros tantos que serán tan buenos como éstos. Más que los destinos en sí mismo, lo bonito es el recorrido en su conjunto.
Comenzamos por Liérganes, un pueblo mágico con una leyenda de cuento, y del que os hablamos más detalladamente hace un tiempo aquí. Liérganes pertenece al Valle de Miera. Es una maravilla de lugar que os recomendamos visitar y que estamos seguros de que os encantará.
El siguiente pueblo en el que paramos fue Selaya, en el Valle del Pisueña. Selaya es un municipio en el que se reparten numerosas casonas y destaca en el núcleo el Palacio de Donadío.
Hasta llegar aquí, el viaje por las carreteras del valle fue un placer, adentrarte por el centro de Cantabria, forrado de esos prados característicos y casas pasiegas salpicadas; formaba una imagen bucólica.
Selaya es popularmente conocido por la elaboración de dulces típicos de estos valles. Sobaos y quesadas a los que uno difícilmente puede resistirse. Nos recomendaron el establecimiento de El Macho, y allí fuimos a abastacernos para traernos un surtidillo a casa (maravillosos desayunos).
La siguiente parada en nuestro paseo por los Valles Pasiegos estaba establecida en Villacarriedo, dentro del Valle de Carriedo, que pertenece al Valle del Pisueña (tenemos un lío con los valles, pedimos perdón a los cántabros, y en particular a los pasiegos, si en algún punto no lo hemos expresado correctamente).
En este municipio se encuentra un palacio barroco imponente, el de Soñares, y también una escuela de escolapios que lleva siglos en activo. Las fachadas de las viviendas, llenas de flores, sus casas, el enclave y demás nos aporta un grato paseo.
Pero en Villacarriedo, aparte de pararnos a respirar el aire puro de la zona, buscamos también el lugar dónde comer. Desde la posada donde nos alojábamos nos habían recomendado un lugar; las Piscinas de Villacarriedo. En principio pensábamos que se trataría del típico establecimiento de unas piscinas municipales, nada más lejos de la realidad, disfrutamos de una comida que superaba con creces nuestras expectativas. En su terraza exterior, a una temperatura muy agradable, tuvimos una comida de gran calidad, tanto la materia prima como la elaboración. Nos encantó y si os preguntáís ¿Dónde comer en los Valles Pasiegos? este es un lugar muy recomendable. El precio no era caro para su calidad pero no fue el de un menú, no sé si nos explicamos...
Después de disfrutar de una plácida sobremesa continuamos nuestra ruta por los valles. Próximo destino, Vega de Pas.
Vega de Pas, en el Valle del Pas, es otro pueblecito encantador. En su plaza se pueden observar las típicas viviendas de las zonas con los miradores de madera y fachadas de piedra. Alrededor, los pastos verdes se extienden infinitos de nuevo.
Estuvimos un rato paseando por sus callecitas, por sus rincones para después continuar por las carreteras cántabras camino de Puente Viesgo.
Algunos igual no conocéis ésta localidad pero seguramente os será familiar el nombre. Su famosos balneario ha ostentado una fama nacional durante muchos años por la cualidades del agua del que se abastece.
El paseo por Puente Viesto está lleno de casonas preciosas y cuidadas. Había bastante gente paseando en la agradable tarde, sobre todo, en lo que es la vía verde del lugar, donde ha quedado integrada la antigua estación de ferrocarril del municipio.
No sabemos si estaréis de acuerdo con nosotros, pero las estaciones de tren tienen un toque nostálgico romántico muy atractivo.
En Puente Viesgo el cansancio empieza a hacer mella, era nuestra última parada por la zona hasta una próxima visita.
Desde la mañana en la que salimos de Suances, habíamos recorrido paisajes totalmente relajantes, solitarios. Terrenos con ese verde que desprende vida, esa otra Cantabria de tradiciones. Lugares de aire puro, fresco… un placer para los sentidos.