Empezamos el año en el blog viajando a Galicia. Como hemos comentado en alguna entrada anterior, el pasado verano disfrutamos de unos días maravillosos moviéndonos de un lado a otro por esta Comunidad Autónoma. Desde nuestra vuelta, vivimos con muchísima tristeza como, por unas cosas u otras, muchos de sus preciosos paisajes han sido maltratados por variadas circunstancias.
Cuando observamos en la televisión al poco tiempo de regresar en verano que Carnota y su Monte Pindo eran arrasados por el fuego sentimos una desolación inmensa. Y estas Navidades, la famosa ciclogénesis descargó un rayo que incendió el Santuario de la Virgen de la Barca provocando devastadores consecuencias. Por si no fuera poco, a principios de año su mar salvaje rodeó este mismo lugar destrozando parte su frontal, entonces volvimos a sentir esa triste e impotente sensación.
Así que, como últimamente parece que se ven imágenes de esa maravillosa Galicia azotada por la mala suerte, nosotros queremos traeros la cara amable, su belleza, su mar, sus vistas. Hoy queremos acompañar a los gallegos y, concretamente, a los vecinos de Muxía, con nuestro cariño. Para ello la mejor forma de hacerlo que se nos ocurre es contando y enseñando nuestra buena experiencia en este lugar, en la belleza de sus rincones. Hemos leído que el Santuario ha quedado realmente destrozado y va a ser difícil su recuperación, por lo que no se nos ocurren palabras de consuelo. Aquí, un recuerdo de hace tan solo unos meses dónde nos recibía en ese maravilloso entorno que rodea la localidad.
Antes de este mes de agosto, nosotros ya habíamos estado en Muxía, pero fue una parada fugaz. En 2013, con más tiempo y un poco más organizados, decidimos volver y descubrir el lugar en el que se encontraba el Santuario de la Virgen de la Barca.
Lo primero, Muxía se encuentra en la provincia de La Coruña (A Coruña), enclavada en la Costa da Morte, con lo que es fácil hacerse una idea de cómo la rodea el mar y rompe en las roca inmensas que parecen resistirse a la erosión. Se encuentra a unos 28 km de Cabo Vilán, dónde os sugerimos hace unos meses una preciosa ruta que no deberíais perderos si vais a estar por la zona.
Muxía es una localidad costera en la que, sobre todo, apetece sentarse para mirar hacia el infinito, perder la vista en ese mar que los días nublados es gris oscuro y los soleados azul eléctrico. Los días tranquilos el mar parece tímido y sumiso, y el resto azota, pega, se encabrita contra las rocas con muchísima fuerza.
De hecho, es fácil pasear por el pueblo, acercarse al puerto y verlo dormido y, tan solo unos metros después, en la zona del Santuario, escucharlo rugir y observar cómo se convierte en espuma, en furia, chocando contra las rocas que rodean al templo. Impresionante.
No se trata de un pueblo especialmente turístico, es bastante tranquilo. Los visitantes se acercan en su itinerario por la costa o realizando el Camino de Santiago.
Siguiendo las indicaciones desde la localidad nos dirigimos hacia el Santuario. Se puede ir andando desde el pueblo o en coche. Si lo hacéis a pie (más o menos un kilómetro, kilómetro y medio) iréis por una acera, paralelos al mar, separados por el verde y algunos secaderos de congrio que se conservan casi de forma exclusiva en Muxía.
Curiosa la historia, en estas estructuras de madera se colgaban los pescados para ser secados por el viento y así se pudieran consumir en zonas del interior, dónde cuando las comunicaciones no eran buenas, de otra manera no habrían podido llegar en buen estado. Con el tiempo esto fue cambiando y el consumo decayendo. Pero ahí, mirando al mar, podéis ver los famosos secaderos de congrio gallegos.
Continuando el agradable paseo, llegaréis al santuario. En un saliente hacia el mar aparece el templo y un pequeño faro. Entre rocas, con un mar mucho más agitado, donde la niebla a veces acompaña y otras veces no, se encuentra este enclave tan especial.
La leyenda dice que la Virgen llegó a este lugar en una barca de piedra con el propósito de dar ánimos y fuerzas a Santiago en su labor de predicación que estaba siendo especialmente dura. De esta manera, algunas de las piedras repartidas en el entorno se dice que son restos de la embarcación en la que viajaba. Destacan dos piedras, la piedra del abalar y la del riñón (por su forma) que se dice que era la vela. Curiosamente la misma leyenda dice que debajo de la primera piedra apareció una talla de una virgen, la cuál fue trasladada a la iglesia situada en el pueblo de Muxía, desapareciendo de forma misteriosa un tiempo después y reapareciendo en el mismo lugar que se encontró. Lo que definitivamente llevó a pensar en construir el templo en la ubicación en la que se encuentra.
El templo data oficialmente del s. XVI, aunque hay indicios de que probablemente su construcción fuera anterior. De aspecto sobrio, se levantan sus muros y en su interior descansaba un maravilloso retablo que hoy, por todo lo que comentábamos al comienzo del texto, ha sido destruido, una enorme pérdida.
A unos metros del Santuario se divisa un monolito de piedra que parece roto, una escultura de Alberto Bañuelos, denominada A Ferida, enorme, que simboliza la herida y fractura que dejó el desastre del Prestige en este lugar. Por si alguno no lo recuerda, fue en esta zona donde el Océano Atlántico se convirtió en chapapote. El lugar donde todos se echaron a la mar para intentar salvar, con los pocos medios que tenían, la naturaleza que les rodeaba y que les daba de comer y que ha hecho falta años para poderlo recuperar. Un auténtico y grotesco desastre natural.
Muxía, a pesar de todo, de sus temporales, del Prestige, los incendios, está ahí, con los brazos abiertos, recibiendo peregrinos (algunos partidiarios de que aquí se halla el final del camino, otros en Finisterre), visitantes, cuidando de lo suyo. Muxía ofrece imágenes únicas, paisajes mágicos y a pesar de la mala suerte, permanece en el tiempo dando lo mejor de sí, en plena Costa da Morte, con olores y sabores marineros, con heridas que esperamos que se puedan aliviar de alguna manera.
Nos gusta mucho Galicia, disfrutamos infinito allí y nosotros vamos a volver.
¿Tienes planes hoy?