Queremos finalizar el año paseando por la ciudad que nos vio nacer y nos acoge cada día, sumergiéndonos en la locura que durante estos días es el centro urbano de la capital, donde las luces, el ruido y los aromas lo llenan todo. En esta ciudad donde el frío te estira la piel de la cara y cuando sale el sol por Navidad parece que brilla con más limpieza que nunca. Este lugar, en el que cuando va cayendo la noche y el cielo invernal se tiñe de un azul que a ratos juguetea con el naranja y a ratos con el malva, produce ese dulce atardecer que para nosotros tiene Madrid, hasta llegar al negro de la noche que a nadie parece acobardar, porque el sonido y ajetreo no tiene final. La vida ahí es como una carrera de relevos imparable que no quiere dejar las calles solitarias.
Hoy hemos elegido el Mercado de San Miguel para despedir al 2013, ubicado en la plaza que tiene el mismo nombre, pegadito a la Plaza Mayor y en pleno Madrid castizo, donde actualmente y a ratos, de forma casi insoportable, se acumula tanta gente diferente pero que tienen en común sonrisas y ganas de disfrutar. Una mezcla de personas, mayores, pequeños, jóvenes, maduros, con pelucas surrealistas, gorros de fantasía o terror, abrigos, bufandas, cámaras de fotos, diferentes idiomas, colores de piel, globos gigantescos multicolores, bolsas, ... Este batiburrilo convierte para nosotros la visita en una rutina totalmente irresistible cada año, que siempre pasa por una visita al Mercado de San Miguel desde su reapertura. Así que, allá vamos con nuestras ganas y mejor sonrisa, como casi todos.
Lo primero comentaros que no siempre este lugar está abarrotado de gente, pero en días festivos y, ante todo, en Navidad es un reclamo para todo el mundo hasta el punto cubrir el aforo. Fuera de las fechas claves es como un goteo incesante. El turismo extranjero lo suele tener dentro de los imprescindibles de la capital, figura en la mayoría de las guías como punto de interés de la ciudad. El turismo nacional tampoco parece resistirse, su ubicación, así como los productos que ofrece y la arquitectura que lo envuelve lo hacen muy deseable.
Y nosotros, desde luego, os recomendamos que, si sois de aquí (nacidos o vecinos) teneis que al menos no solo visitarlo, sino tomaros algo allí. Y si estáis de visita, os pilla dentro del itinerario turístico, así que hay que hacerlo también (es compatible con el aceitoso, correoso y para los no habituados, extravagante bocadillo de calamares que a escasos metros del mercado se vende en los alrededores de la Plaza Mayor, sí lo sabemos no suena rico, y cuando lo ves tampoco parece glamouroso, pero tiene algo… de verdad, fritanga en pan chicloso, pero es muy nuestro, y tiene eso que uno no sabe definir pero que forma parte de Madrid).
Volvemos al mercado, el Mercado de San Miguel maneja otro tipo de productos muy diferentes a ese clásico bocadillo, hablamos de calidad en materia prima, variedad, delicatessen, un poquito de todo que se reparte en sus 33 puestos y que mezcla gastronomía nacional principalmente con la internacional. Respecto a la calidad del producto, existen variadas opiniones, algunos puristas del concepto gourmet opinan que hay productos que se camuflan con otros, estando orientados al turista.
Nuestra experiencia allí siempre ha sido positiva, y la verdad nos daría mucha pena que esto fuera cierto, siempre hemos considerado que al turista hay que tratarle con mimo y cuidarle, ser un cálido y amistoso anfitrión, mostrarle lo mejor que uno tiene para que se enamore de ti, que tu casa sea la suya. La sensación que hemos tenido en el Mercado de San Miguel cuando los hemos observado es que disfrutaban en los variados puestos, señalando y probando diferentes opciones gastronómicas en un ambiente con un encanto especial.
El Mercado de San Miguel no es un mercado al uso, ya en su día, cuando despedimos el 2011 en el Mercado de San Antón, hablamos un poco de estos conceptos nuevos de mercado, donde se hace una reinterpretación de los mismos, intentando rehabilitar espacios históricos que cayeron en el olvido para convertirlos en atractivos espacios para el disfrute. O en otros casos como el Mercado de San Ildefonso, nuevas aperturas en honor a antiguos mercados.
El Mercado de San Miguel no es un mercado al uso, ya en su día, cuando despedimos el 2011 en el Mercado de San Antón, hablamos un poco de estos conceptos nuevos de mercado, donde se hace una reinterpretación de los mismos, intentando rehabilitar espacios históricos que cayeron en el olvido para convertirlos en atractivos espacios para el disfrute. O en otros casos como el Mercado de San Ildefonso, nuevas aperturas en honor a antiguos mercados.
El Mercado de San Miguel, además, es un edificio singular, actualmente el único mercado que queda en Madrid con la estructura de hierro fundido. Dentro de la categoría de monumentos está declarado Bien de Interés Cultural y tiene el encanto que soporta el paso del tiempo que ha conformado su Historia, con sus idas y venidas, sus tiempos de gloria, decadencia y resurgir de las cenizas.
El trazado del casco antiguo de la capital es irregular, con calles, algunas estrechas y tortuosas que se enmarañan en nudos que nada se parecen a lo que serían los ensanches que vendrían siglos después. En el espacio en el que se sitúa el mercado, que no era tan amplio como es la actual plaza, se encontraba la Iglesia de San Miguel Octoe, que lindaba con la primera muralla de la ciudad. En el s. XVI ya metieron mano a la muralla para ampliar ligeramente el espacio en el que ésta se encontraba y aperecieron los primeros comerciantes en los alrededores de la misma. Posteriormente, con la llegada de José Bonaparte, en el s XIX, y su fijación por acabar con los espacios estrechos (le apodaron “plazuelas”), Bonaparte decide demoler el templo, aprovechando que el templo había quedado bastante deteriorado por un incendio sucedido en 1790 en la Plaza Mayor. Asi quedó un espacio abierto, que pasa a ser la Plaza de San Miguel.
En este espacio comienzan los intercambios, se configura un mercado a techo descubierto donde la actividad cada vez va siendo más intensa. Y con la intensidad de productos, llega la intensidad de olores. Se plantea la necesidad de proteger el recinto, se comienza este proyecto antes de mediados del s. XIX, pero es a principios del s. XX es cuando se acaba un mercado cerrado, bajo un nuevo proyecto y con estructura de hierro fundido al estilo parisino. No era el único en la capital, el Mercado de la Cebada, o el de Chamberí, entre otros seguían esta tendencia arquitectónica. Ahora sí, el de San Miguel es el único que conserva esta estructura hoy por hoy de todos ellos, lo cual lo hace aún más especial.
Como decíamos anteriormente, este lugar ha sufrido graves altibajos, de ser un mercado con gran actividad a estar cerrado en la época de la Guerra Civil hasta los años 50. Luego en los años 70 y 80 comenzó a llegar la decadencia. El centro urbano madrileño estaba algo abandonado, las calles no aportaban seguridad, los mercados de abastos empezaban a tener competidores serios en los extrarradios. Un mercado que tenía prestigio, que abastecía a afamados restaurantes de la capital como Lhardy, Botín, Horcher, entre otros, se comienza a apagar.
Desde entonces, diferentes iniciativas apostaban por el recinto sin dar con la fórmula mágica para que viera la luz. El ayuntamiento emplea fondos europeos para reformarlo a finales de los años 90, pero a pesar de ello, no llega a despegar. Es un grupo de emprendedores, el que apuesta por hacer una reinvención del espacio, y con dificultades y no acuerdos por todas las partes finalmente consiguen reabrir el Mercado tal y como se encuentra actualmente en el año 2009.
Y ahí está el Mercado de San Miguel, que este año ha cumplido su primer centenario, naciendo, creciendo, agonizando, renaciendo, triunfando. Con sus antepasados en cajones de cartón y pescados a cielo raso, en el terreno donde estaba la iglesia en la que bautizaron a Lope de Vega, en el espacio que abrazaba la primera muralla de Madrid en la Edad Media… Intentando adaptarse, único superviviente de la arquitectura del hierro fundido en la ciudad. Hoy en las guías del turista extranjero, en la boca de los madrileños, tanto en los labios como en el paladar. Envuelto en una cristalera que permite desde fuera disfrutar de los placeres de su interior, y desde dentro no perderte la vida de fuera. Con su jaleo, sus puestos cuidados, los colores, los aromas…
Ostras, queso, encurtidos, dulces, vinos de aquí, de allá, tintos, blancos, percebes, marisco, pescados, frutas que deslumbran de color, paellas, jamón, cervezas, panes, tartas, copas, tapas, pinchos… Uno aquí, otro en el puesto de al lado, otro para llevar. Estética por doquier repartida en una planta diáfana y en un entorno de siempre, un Madrid antiguo de calles enroscadas, que de noche se ilumina con farolas anaranjadas en el que en el centro de la Plaza de San Miguel luce el Mercado, dónde se come y se bebe en un horario amplio, adaptado para todos, los de aquí, los de allí, los tempraneros y los tardíos, los que solo pican, o los que comen a cualquier hora…
Y por todo esto, porque nos llena, porque nos gusta que la gente conozca esos lugares que nos motivan y despiertan nuestra sensibilidad al escribir, queríamos despedir el año en el Mercado de San Miguel desde Madrid, que para nosotros merece al menos una visita aunque sea para verlo por fuera y por dentro. Desde él, un día como hoy, 31 de diciembre de 2013, queremos desearos a todos una Feliz Noche, y sobre todo un Feliz año 2014. Hoy es el día en que los buenos deseos se repiten, lo típico del libro que se cierra y otro que se abre, y esas cosas, nosotros, con todo nuestro cariño y sinceridad, dentro de las circunstancias personales de cada uno, esperamos que el año que entra sea mejor. En nuestro caso, para ayudarle, lo recibiremos con una sonrisa, que eso siempre ayuda y poniendo mucha ilusión en las cosas que no gustan, los detalles de las pequeñas cosas Por supuesto, aprovechamos un año más para agradeceros vuestras visitas, vuestras palabras, vuestro interés. Como siempre muy agradecidos ¡Os esperamos en el 2014!