Vamos, vamos, vamos que se nos escapa el otoño de las manos. De una forma increíble, hemos pasado, de estar con temperaturas primaverales, a ver las primeras nevadas otoñales. Disfrutábamos de ellas el pasado fin de semana en Rascafría, y el paisaje era muchísimo más invernal que otoñal. Pero, a pesar de todo, aún quedan rastros del otoño, que como caiga alguna nevada y sople un poco el viento nos robará las últimas hojas multicolor.
Este año aún no habíamos acercado al blog un paisaje típico de la temporada y, si nos descuidamos un poco, no llegamos a tiempo. Ya empieza a ser un clásico de estas fechas los hayedos: Hayedo de Montejo, Hayedo de Tejera Negra y, aunque nosotros no fuimos en otoño, sino en verano, la Selva de Irati tiene que estar espectacular. Hoy traemos uno nuevo que es mágico, como su propio nombre indica, El Hayedo Encantado (o Bosque Encantado).
Para visitarlo tenemos que viajar a Navarra, a la Sierra de Urbasa, a pocos kilómetros de Estella, una maravilla de lugar con muchos otros atractivos aparte de éste. Para llegar al hayedo, en nuestro caso, nos planteamos hacerlo siguiendo la llamada Senda de los Montañeros, que no es nada larga en distancia pero sí tiene algo de desnivel.
Nuestro fuerte no es ni la orientación, ni las indicaciones. Como ya hemos comentado en otras rutas, tenemos cierta tendencia al “despiste”. Habíamos leído que esta ruta no estaba muy bien señalizada y llevábamos bastante desconfianza en no perdernos.
Para adentraros en este “fantástico” bosque debéis seguir estas indicaciones dónde se ubica la caseta del Centro de visitantes (coordenadas gps de la caseta).
En la caseta de información, que por cierto un domingo de otoño se encontraba cerrada a las 10 y algo de la mañana, encontraréis un aparcamiento. Se puede estacionar ahí el vehículo, pero si vais a seguir esta senda que os comentamos, casi que os recomendamos que continuéis la carretera y, en el siguiente aparcamiento no, en el otro (el tercero desde la caseta, siempre que esta os quede a la izquierda, si os queda a la derecha dos antes de llegar a ella) podéis estacionar.
Nosotros paramos en el mismo aparcamiento de la caseta, lo cual añade unos metros más a la ruta que en principio serían prescindibles. Si por alguna razón acabáis aparcando como nosotros, desde allí tenéis que caminar paralelos a la carretera (podéis ir por dentro) siguiendo las balizas (verde y blancas).
Esta ruta que os proponemos se puede hacer circular, pasando por Bargagain, donde está la cruz de Urbasa a 1.153 metros de altitud. En nuestro, caso como comprobareis en las imágenes, la niebla nos dio momentos preciosos, pero también complicadillos, junto con una lluvia intensa en la última hora, así que la hicimos ida y vuelta por el mismo lugar. La distancia de ida es de 3,8km (un poco más si aparcais en la caseta). El desnivel acumulado son unos 210 metros, que se dan en un kilómetro y medio, más o menos. En total unos 7,6km. En cuanto a la duración, no nos gusta mucho delimitar el tiempo, depende de cada uno, del tiempo que le haga, de cómo se la tome, de si va con la cámara (por cierto, amantes de la fotografía, el trípode imprescindible) se puede alargar más o menos. Pero bueno, siendo generosos con el disfrute del lugar, se puede poner desde las 2 horas hasta las 4 horas (o lo que uno guste).
El reportaje fotográfico de esta paseo por la naturaleza tiene una ausencia (entre tantas), y es la vista panorámica que se tiene desde el final de la misma (junto con la Cruz de Urbasa). Nosotros teníamos un mar de nubes que tapaba todo, el viento soplaba y durante escasos segundos intentamos sacar una imagen que fue efímera.
Deciros que esta pequeña ruta nos ha encantado, era ese típico día en el que las previsiones meteorológicas no auguran buenas experiencias. Pero nosotros, antes de volvernos a nuestra ciudad, no quisimos acobardarnos. Y allí que nos fuimos.
Todo empezó bastante bien, muy nublado, pero el paseo es espectacular, robles, hayas, formaciones calizas, el musgo creciendo por los troncos y las rocas con un verde tan intenso que no parecía real.
La primera parte de la ruta hasta cubrir más o menos el 50% del camino de ida es prácticamente llana, existen algunos ramales que salen y entran del camino y te permiten divisar formas de la naturaleza maravillosas.
El suelo estaba todo cubierto de un manto rojizo que al pisarlo crujía suavemente al principio, y que a la vuelta era más una especie de barro y hojas un poco resbaladizo. Pasaréis por unas explanadas amplias, concretamente son dos, en la última hacia la izquierda comienza el ascenso y el bosque se vuelve más cerrado.
En ese punto comenzó a llover un poco más y la niebla a colarse como lo haría un gato, zigzagueando entre los troncos, sutil, suave, hasta impregnar el ambiente de un halo misterioso que aún lo hacía más especial.
En la subida notareis un poquito falta de aliento, pero transcurre por una senda y, dado el paisaje que os rodea, no os importará.
Al final de la senda hay una especie de puerta de las que se ponen para evitar el paso del ganado, traspasadla. Desde ese punto estaréis sumergidos en el corazón del Hayedo Encantado, que no hace otra cosa que sumar belleza a todo el recorrido. El musgo sigue queriendo ser protagonista enredándose en los recovecos de la naturaleza.
A partir de ahí, el camino se estrecha y, en nuestro caso, la niebla era bastante intensa… Seguid hacia arriba hasta llegar al mirador, a 1.153 metros de altitud, donde os espera una vista que suponemos que sería espectacular, porque nosotros la vimos dos segundos… Aún así, todo mereció la pena.
Desde allí, si quereis ver la cruz de Urbasa, tenéis que caminar hacia la izquierda unos metros, pero a nosotros ya solo nos quedaba volver, algo más rápido, porque a pesar de ir preparados para las previsiones que auguraban lluvia, cuando ésta se pone “farruca” te gana la batalla. Llegamos al coche mojados, con barro, pero totalmente renovados e impresionados… Debido a las condiciones meteorológicas, nos ha costado un poco sacar las fotografías, pero alguna conseguimos.
Lo bueno que tiene esta ruta es que, así como el día anterior habíamos hecho el Nacedero del Urederra, en la misma sierra, y estaba llenísimo de gente, en el Hayedo te sentías un gnomo, estabas solo entre árboles enormes que parecían algunos coloreados y otros semidesnudos. De compañía, solo un silencio a veces roto por el ruido de la lluvia y de los pájaros cuando se atrevían a asomarse…
Definitivamente, el otoño tiene algo, tiene color, sonidos, paisajes que cambian su aspecto… tanto que, antes de que te des cuenta, ya no quedan hojas que mirar. Entonces vendrá otra época con nuevos paisaje, pero hay que aprovechar lo que nos queda de otoño para disfrutarlo. El Hayedo Encantado fue mágico para nosotros…
Si os gustan los paisajes otoñales en 5 lugares para disfrutar del otoño al aire libre, os descubrimos aparte de éste destino, cuatro más.