Pensar en un sitio como del que os vamos a hablar hoy, en el mes de julio, a unas semanas de conseguir las ansiadas vacaciones, es como hablarle a un niño de una bolsa llena de chucherías antes de cenar… pecado, prohibición, deseo inalcanzable… Qué recuerdos tan bonitos tenemos de nuestra estancia allí hace unos meses…
Una vez dicho esto arrancamos los motores y vamos al Principado de Asturias, a ver el mar, a respirar aromas marineros, nos trasladamos a Tazones.
Tazones es un pequeño pueblo con encanto que se encuentra a 30km de Gijón, y a 28 de Lastres, por poner como ejemplo dos lugares popularmente conocidos que se encuentran en sus proximidades.
Este lugar es una villa típicamente marinera, enclavada en un entorno que parece diseñado para ella, las casas agolpadas en torno al mar, entre la vegetación, con unas fachadas en las que resaltan en el blanco el rojo y azul. Las barquitas pescadoras, y una calle principal con aroma a pescado fresco pero, sobre todo, a marisco, a sal…
Luego está el puerto, la pequeña playa, y un espigón, que si lo recorres a lo largo te regala una panorámica espléndida del pueblo asturiano desde una nueva perspectiva.
En tan poco espacio, tanto encanto…. Si os sumergís por sus callejuelas retorcidas, algunas empedradas, podréis llegar a la zona alta del municipio y, de nuevo, otra panorámica de éste os sorprenderá.
Además, Tazones es uno de los municipios que pertenecen a la llamada Costa del Jurásico asturiana con restos del pasado prehistórico repartidos por diferentes lugares del entorno. En esto no podemos profundizar porque en nuestra visita caímos en las redes de los chigres, o locales típicos asturianos en los que se sirve sidra y, sobre todo en Tazones, dónde se come muy bien. Esta atención dedicada a la gastronomía hizo que para nosotros los dinosaurios y sus recuerdos quedaran un poco en el olvido.
Y ya que hablamos de los chigres, quizá es el momento de comentaros nuestra experiencia a este respecto allí. Como os comentábamos anteriormente en su calle más ancha y principal, encontrareis una gran oferta de los mismos. Nosotros al azar y sin referencia alguna elegimos uno, El Rompeolas.
Os recomendamos que si os animáis a ir echéis una vistazo a Tripadvisor, porque es un lugar caro, y cuando el precio tiene un papel protagonista, depende mucho de las preferencias de cada uno a la hora de valorarlo. Dicho esto, os dejamos nuestra opinión personal basada en la experiencia de un mediodía de noviembre, en el que en el exterior comenzó a llover con fuerza, y dentro disfrutamos de uno de los grandes momentos de la escapada a tierras asturianas. Era como si todos los planetas se hubieran alineado para que disfrutáramos de un momento que al recordarlo ilumina una sonrisa en nuestras caras.
El Rompeolas, nos enteramos a nuestra vuelta, es un local conocido. Cuando lo ves desde fuera no hay nada que llame especialmente la atención. Cuando entras, tampoco. Un sitio bastante pequeño, con pinta de recinto de zona marinera, en madera. Nada refinado y donde todo el mundo está comiendo. Un tanto ruidoso, se escucha la cocina trabajar y el servicio campechano y atento se mueve con soltura entre las mesas.
Cuando te sientas y ves la carta, comienzas a hacerte un poco a la idea de qué riñón vas a querer dejar en prenda cuando te vayas, si el derecho o el izquierdo. Y una vez superado, que un día es un día, y que son un riñón solo se puede vivir también, puedes deleitarte en elegir lo que más te apetezca, total sea una cosa y otra el riñón se va a quedar…
Mientras tanto, en algún momento, ves como se abre la puerta y entran con un cubo por el que asoman dos centollos inquietos que no paran de mover sus patitas. Impresionante.
Almejas a la marinera y una dorada fueron nuestras elecciones. Excelente materia prima, excelente. Excelente mano en la cocina, unas salsas exquisitas, buenísima atención, locura absoluta degustando la comida en ese lugar de apariencia humilde y precio de lujo mientras la lluvia ponía la banda sonora. Agradabilísima sobremesa donde la prisa no estaba de compañera.
Momento un tanto confuso el de los baños, no solo porque se encuentren en el exterior, sino porque rallan en el concepto de esencia de “un ayer” con taza turca, a lo que no encontramos sentido alguno, las cosas como son. Nosotros los usamos tras la botella de vino y lo ves con cierto sentido del humor, pero se te pilla en ayunas puede que te acuerdes del Rompeolas para el resto de tus días. Lo cierto es que nosotros nos acordaremos, pero como un gran momento, lo disfrutamos, no dolió la extirpación del riñón de hecho ya casi ni nos acordamos de la cicatriz, solo de las risas, del disfrute, de su buena mano y atención… Si alguno se anima a ir, esperamos que compartáis la opinión con nosotros, porque somos conscientes que las hay muy diversas y enfrentadas.
Y volvemos a Tazones, retomamos la villa, su aroma y color, para perdernos en sus casas. Una os llamará la atención cubierta de conchas y motivos marineros.
Agosto celebr una fiesta de gran interés y vistosidad, que están intentando que se declare fiesta de Interés Turístico Regional. El origen de esta celebración se remonta a la historia (que navega entre la ficción y realidad según quién lo cuente) de que Carlos V desembarcó en el puerto marinero de Tazones en su primera visita al reino ibérico. Así, en agosto se recrea con bastante fidelidad como pudo haber sido la llegada de Carlos V al municipio desde hace muchísimos años. Es una fiesta que cada año toma mayor interés. De hecho en 2013 por primera vez esta planeado que también llegue a Villaviciosa, localidad donde dicen que se alojó. Así que, si alguno de vosotros tiene planeado visitar este mes de agosto Asturias, podría plantearse la posibilidad de disfrutar de este evento en vivo y en directo en torno al 23-24 de agosto.
El municipio, con sus dos barrios, San Miguel y San Roque, ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico.
Parece que los sitios de mar están vinculados al verano. Nosotros nos animamos a traerlo en estas fechas porque sabemos que somos muchos los que podemos decidir trasladarnos a lugares costeros. Pero nosotros no lo conocimos en época estival, como os decíamos lo disfrutamos en noviembre, cuando el sol iba y venía, no había mucha gente pero la imagen era preciosa. El encanto del mar no sabe de estaciones.
Y con esto llevamos unos cuántos párrafos intentando describiros el pequeño municipio, que si bien en extensión no ocupa mucho, podría dar tanto de sí en cuanto a sensaciones que no sabríamos en qué punto parar. Se nos olvidan cosas, parte de su Historia, mayor descripción de su arquitectura, pero para nosotros resalta su conjunto, el mar como mejor compañero, ese carácter marinero que se palpa desde que pones los pies en el pueblo. Es un lugar perfecto para un paseo tranquilo, para sentarte a ver las olas romper, para perderte por sus callejuelas y descubrir algunos de sus hórreos, comer, o beber. Simplemente para estar y disfrutar. Un rincón más de una Asturias llena de sorpresas agradables…
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