Aquel día salíamos desde el Valle de Arán camino de Carcassone, y en nuestra ruta, a tan solo 45 km de Viella (Vielha), y en el país vecino, se presentó una pequeña villa medieval, considerada una de las más bellas de Francia, que parecía un escenario de película. Sobresalía desde la distancia su impresionante catedral erigida sobre una colina. Sin dudarlo, San Bertrán de Cominges (Saint Bertrand de Comminges) merecía una parada.
Los orígenes de esta ciudadela se remontan a los romanos, cuando Pompeyo ostentaba el poder. Quedan algunos vestigios de aquella época en la villa, a los pies de la muralla y en la basílica Saint Just de Valcebre, donde se utilizaron piedras de la antigua metrópolis. Aunque al entrar por una de las tres puertas de su muralla, lo que realmente se respira es el aire medieval; las callejuelas estrechas con sus contraventanas de madera y el empedrado de las calles. Saint Bertrand de Comminges está clasificada dentro de “Les Plus Beaux Villages de France”, agrupación donde destacan las poblaciones rurales francesas más atractivas por su interés artístico y patrimonial.
Tras la ocupación visigoda, la ciudad quedó cinco siglos abandonada, posteriormente en el s. XI con la proclamación del obispo Bertrand de Isle se comenzó la construcción de la gran protagonista del lugar, la llamativa catedral de Santa María. La obra se extendió durante siglos. De ahí que tanto el románico, como el gótico, de manos del Papa Clemente V, y el renacentista, sean estilos que se pueden encontrar en ella, cada uno correspondientes a un momento de su construcción.
La visita al templo resulta muy interesante, con la entrada podéis coger audioguías en español que os ira ilustrando acerca de los elementos más significativos de la misma. En nuestra visita, la audioguía estaba incluida en el precio de la entrada a la Catedral. Resulta especialmente llamativo el impresionante orgáno o el coro con su sillería. El recuerdo anecdótico que nos queda es el de un cocodrilo disecado que se encuentra colgado en uno de los muros interiores del edificio, y del que se ignora su procedencia.
La torre y el claustro son de estilo románico. Este último, aparte de por su belleza arquitectónica, resalta por las bonitas vistas que se obtienen desde él. Y es que San Bertrand de Comminges adquiere aun más belleza debido a los parajes que la rodean. Enclavada la villa en los Pirineos, vecina del río Garona, ofrece imágenes de corte romántico.
Cada verano, desde 1975, se celebra el Festival de Cominges de música sagrada, barroca y contemporánea. Suena en varios templos de la comarca y adquiere especial renombre en la catedral de San Bertrand de Cmminges de manos del espectacular órgano del s. XVI, del que hablábamos anteriormente. Para más información podéis visitar la página oficial del mismo, que en el año 2012 se celebrará del 15 de julio al 18 de agosto.
El obispo Bertrand de Isle no solo se encargó del inicio de este edificio, en sus manos quedó la reconstrucción de toda la ciudad tras tanto tiempo de abandono.
El coche debe dejarse estacionado en la parte baja del municipio, desde allí el acceso se realiza a pie. Desde ese momento uno se puede dejar embriagar por el lugar. Existe un trenecito que sale del mismo aparcamiento que te lleva a la parte alta de la ciudad, opción que podría quizá ser interesante para personas que vayan con niños muy pequeños o personas con problemas de movilidad.
Paseando por las calles no encontramos demasiadas personas. La ciudad alta reposa con naturalidad sobre la colina, como si fuera “una más”, sin estridencias ni gran publicidad, albergando tras sus murallas unas imágenes que parecen trasladarte a un “pasado muy lejano”. San Bertrand de Comminges recoge a turistas y multitud de peregrinos, principalmente del Camino de Santiago, que en su larga andadura no pueden pasar indiferentes a un lugar como éste.
Aquel día viajábamos expectantes ante la idea de visitar la famosa e impresionante Casrcassone, ciudad medieval por excelencia, lo que no esperábamos es la grata sorpresa de encontrar este bucólico y pintoresco lugar de escasos 300 habitantes, del que nunca nos habían hablado anteriormente y que ofrece imágenes que no podemos olvidar.
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