29 de noviembre de 2011

El Campo del Moro

En el s. XII, la idea de reconquistar por los musulmanes Madrid se materializa cuando deciden asentarse a los pies del Alcazar, en un desnivel pronunciado que separa éste del Rio.

Siglos después paseamos por ese lugar, el llamado Campo del Moro desde el s.XIX, cuyo nombre rememora ese hecho histórico y que hoy es uno de los jardines más bonitos y mejor cuidados de la ciudad y, sin embargo, poco conocido.

Campo del Moro

La entrada principal se encuentra en el Paseo Virgen del Puerto, a pocos metros de la Estación de Príncipe Pío. Probablemente la ubicación de la entrada es la responsable de que, a pocos metros de Plaza España y lindando con el Palacio Real, se pueda disfrutar de un remanso de paz inimaginable.

En la época primaveral es fácil encontrar parejas en el día de su boda realizando su reportaje fotográfico. Y no es de extrañar, no hace falta adentrarse en su interior, para hacerse a la idea de que los jardines ofrecen imágenes de excepción.

Campo del Moro

Veinte hectareas de járdin poblado de árboles, arbustos, flores y diferentes especies animales, hacen de este rincón de Madrid un espacio lleno de encanto.

Campo del Moro
En el s.XII, como comentabamos al iniciar este relato, Ali Be Yusuf dirige a un ejército musulmán y elige este lugar para su asentamiento. Posteriormente, el paso de diferentes monarcas por la Historia de nuestro país puso interés en este espacio, aunque la mayoría encontró dificultades debido a las características que presentaba el terreno, al ser un barranco de pendiente pronunciada.

El primero fue Felipe II que pretendió acabar con el desnivel del terreno sin éxito alguno. Posteriormente, el interés en la caza de Felipe IV favoreció que se plantaran algunas especies arbóreas en el recinto y esté se dedicara a ese menester.

En el s XVIII, las tendencias de jardines que se imponían al estilo de la Granja o Aranjuez se intentaron trasladar de manos de Felipe V y Carlos III a este espacio, pero de nuevo la naturaleza parecía querer ganar la batalla. A principios del S.XIX, y a solo un año de su muerte, Juan Villanueva realiza una construcción subterránea que comunica el Palacio Real con la Casa de Campo. De ese pasadizo, actualmente se conservan algunos tramos, uno de ellos debajo de las escaleras que hay en la entrada al jardín en el Paseo Virgen del Puerto.

El Palacio Real se encuentra rodeado por tres espacios que contribuyen a ensalzar su belleza. Los Jardines de Sabatini, la Plaza de Oriente y el Campo del Moro. En el S. XIX, es el Arquitecto que diseñó la Plaza de Oriente, Narciso Pascual Colomer, quién inicia el diseño de los jardines de los que hoy estamos hablando.

Aprovechando las obras de la Puerta del Sol, se utilizan los escombros de los edificios derruidos para salvar el profundo desnivel y se diseña una vía que ofrece una panorámica del actual Palacio Real que se conoce como la Pradera de las Vistas del Sol.

En ese punto, los jardines quedan vestidos de "reales". Desde Aranjuez se trae la Fuente de los Tritones, cuya fama en la actualidad es de ser la más antigua de toda la capital. Se cree que su origen se ubica en Italia, en el s.XVI.de estilo barroco y marmol blanco, se encuentra en la parte más alta de la pradera.

Campo del Moro Fuente de las Conchas
Campo del Moro Fuente de las COnchas




Campo del Moro

Otra de las fuentes que se sitúa en la vía es la fuente de las Conchas, un regalo de los Duques de San Fernando de Quiroga a la Corona que estuvo sita en Boadilla del Monte, en el Palacio del Infante Don Luis y que tiene un protagonismo palpable en los jardines.

El Campo del Moro es un jardín situado en pleno centro de la capital de España, a pesar de su ubicación de excepción no se encuentra en muchas ocasiones dentro de las guías de viajeros de la ciudad, pero su visita, en cambio, a parte de Historia, ofrece contrastes imposibles que no dejan de impresionar. Bajo nuestra opinión este decorado recoge una fotografía "imprescindible" de Madrid. Quizá una de las mejores perspectivas del Palacio Real de las que se puede disfrutar, y la encuentras desde la misma puerta de entrada.

Campo del Moro

Una vez dentro de los jardines, el desnivel con la calle es notable, quedando ésta unos metros por encima, y parece que te sumerges en un espacio aislado del mundanal ruido. El sonido del tráfico queda totalmente silenciado mientras paseas, para ser sustituido por el sonido que predomina en los jardines, el de aves tropicales que, por algún motivo que desconocemos, han encontrado entre las copas de los arboles de este jardín su morada. Numerosas especies de pájaros verdes y grises pían al estilo de las cotorras de forma insaciable. Revolotean nerviosas y cruzan el Paseo Virgen del Puerto hacia Madrid Rio. No son las únicas, palomas, gorriones y otras especies más comparten ramas "reales".

Los caminos salen y se bifurcan infinitos. Muchos de ellos con nombres descriptivos que anticipan lo que vas a encontrar, "El Paseo de los Castaños", "El Paseo de las Hayas", etc, etc...

Campo del Moro

Partes del recorrido sombrías, donde los contrastes de luces son potentes, las sombras son negros intensos, y las luces blancos deslumbrantes. En este juego de luces es cuando las leyendas que reposan sobre el jardín vienen a la mente. Es difícil que existan rincones vinculados a la Historia que no estén envueltos en leyendas y el Campo del Moro no iba a ser menos.  La primera quizá sea una leyenda amable cuyo protagonista es un alma en pena por amor. Un ser a quien fue arrebatado por el "moro" a su amada y que vagaba por los járdines apareciéndose a nobles y aristócratas damas en busca de su cariño. Algo que a ellas en vez de asustar, se dice que las alentaba y promovía entre los arbustos la búsqueda del enamorado fantasma. Alguna atribuyó un embarazo " misterioso" a este encuentro paranormal. (Ya se sabe, cosas de palacio)

Campo del Moro
La otra leyenda data del reinado del padre de Isabel la Católica (Juan II), un hombre querido por el pueblo, aunque no tuvo trascendencia política, a quien le regalaron un osezno acompañado de un domador. Las artes del profesional con el animal parecían no ser muy buenas, y resultó ser muy violento. Cuentan que una noche el oso desapareció forzando los barrotes de la jaula y, ni de él ni del domador, se volvió a saber. Pero por las noches gruñidos, sombras y movimientos de los que se dice que hubo testigos aseguraban que se trataba de un oso que perseguía a un hombre para apresarlo con sus garras.

Estas leyendas combinan perfectamente con la parte del jardín  que se ciñe más a un estilo romántico, con recovecos y rincones que tienen pequeños elementos ornamentales.

Un jardín que, debido a su variedad botánica, ofrece diferentes estampas según la estación del año en la que es visitado. Ahora, en este otoño ya avanzado, el suelo es un manto de hojas espeso, y ofrece contrastes de colores que ya tienen fecha de caducidad, pero que aunque sea de manera efímera, contribuyen aun más a dotar el jardín de romanticismo.

En la época de la Guerra Civil, quedo bastante perjudicado, y tuvo que ser sometido a una restauración posteriormente.

Campo del Moro

Dentro del jardín se encuentra el Museo de Carruajes, cerrado al público desde los años 90. Enfrente del mismo es dónde más gente se concentra los domingos por la mañana, principalmente estampas familiares atraídas por los patos y cisnes que moran en él. Y quizá porque también sea el lugar en el que resulte más fácil encontrarse a alguno de los pavos reales que residen en tan emblemático lugar, y que se convierten en un atractivo muy demandado por fotográfos y niños.

Otros elementos  del jardín son algunas de las construcciones como el Chalet de Corcho o la Casita de la Reina, diseñada por Repullés y cuya función hoy es exclusivamente decorativa.

Campo del Moro
Campo del Moro










Intentamos con todo esto transmitir que los Jardines del Campo del Moro, gestionados por Patrimonio Nacional, y declarados de interés histórico-artístico a comienzo de los años 30, son un compendio de multitud de cosas, desde el punto de vista paisajístico, histórico, estético...

Campo del Moro
Campo del Moro










Es un rincón de paz y tranquilidad en el corazón de la gran ciudad, a los pies del majestuoso Palacio Real, como un pulmón más de está bella ciudad que tiene mucho que ofrecer. Tras sus rejas alberga un espacio que bajo nuestra opinión no os deberíais perder.

Una vez más Madrid nos sorprende y nos presta un cachito de si misma para disfrutar del placer de pasear...


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Campo del Moro


2 de noviembre de 2011

El Hayedo de la Tejera Negra

La llegada del otoño parece querer hacerse desear. Este año las altas temperaturas nos acompañan, y un verano mimoso no quiere partir hasta la sala de espera del año que viene. Pero la naturaleza comienza a forzar la despedida, y se empiezan a ver los primeros signos de un otoño incipiente. (Información acerca de reservas actualizada en 2016)

El otoño es una estación que se debate entre el romanticismo y la nostalgia, los paisajes multicolores que navegan entre los tonos ocres, rojizos, anaranjados y marrones imprimen las imagenes de sensaciones especialmente bellas.

Hayedo de la Tejera Negra

Los hayedos suelen ser espacios naturales que en otoño ofrecen estampas inolvidables. Llevamos años deseando ir al Hayedo de Montejo, en la Sierra del Rincón. Pero este año, el primer día que se abrían las resevas para el mes de noviembre, a mitad de la mañana ya estaba todo completo hasta enero. Asi que, el Hayedo de Montejo tendrá que esperar. Para todos aquellos interesados,( que también llegueis tarde, os recomendamos en su defecto un paseo por la Sierra del Rincón en dónde se ubica el hayedo y que también os hará llenaros de otoño.)   Actualización 2016: Desde que nosotros visitamos el Hayedo hasta la actualidad, las condiciones de acceso han cambiado, si vais a realizar la ruta de la Senda Carretas que es de la que os hablamos en esta entrada es obligatorio la reserva previa en cualquier época del año. Importante saber que con mucha antelación suelen estar completos los fines de semana y festivos de los meses otoñales. Hay que ser previsor.  Pero si os gusta caminar teneis la opción de visitar el hayedo sin necesidad de llevar acabo esa reserva, solo que no podriais seguir la Senda Carretas, si no que tendriais que tomar la Senda del Robledal, de 17 km y que sale desde el Centro de Interpretación. Para ese recorrido no hace falta reservar plaza.

Si quereis disfrutar de otro de los hayedos que en el otoño se colorea de mil tonos rojizos, está la Tejera Negra, situado en la provincia de Guadalajara. Hay que dirigirse hasta la localidad de Cantalojas, y desde alli  seguir las indicaciones que os llevaran a  una pista forestal de unos 8 kilometros hasta llegar al aparcamiento.

Hayedo de la Tejera Negra
La Tejera Negra, menos popular que el Hayedo de Montejo se encuentra algo más aislado. Entre los valles de Lilla y Sorbe. El acceso desde la Comunidad de Madrid, a pesar de no estar a demasiados kms, se puede tornar un poco más largo, ya que gran parte del recorrido se realiza por carreteras secundarias que van rodeando Somosierra y la Sierra de Ayllon. Lo positivo de ello es el paisaje que acompaña a la excursión.

En caso de no poder acceder al Hayedo,, os recomendamos que visitéis alguno de los pueblos que conforman la Ruta de la Arquitectura Negra que gozan de un encanto peculiar (anteriormente ya os hemos hablado sobre Majaelrayo y Campillo de Ranas,, Valverde de los Arroyos y la Chorrera de Despeñalagua o Roblelacasa y las Cascadas de los Aljibes)


Nuestra visita, en un día laborable solitario, se ha realizado en este otoño caprichoso del que hablábamos y que parece no querer asomar. A pesar de ello, hace un par de semanas en el hayedo se divisaban las primeras tonalidades rojizas, y el suelo se cubría con las primeras hojas caducas que habían abandonado las ramas.

Las Senda Carretas fue nuestro itinerario, una senda circular que comienza en el mismo aparcamiento y que discurre por el interior del hayedo durante unos seis kilómetros aproximadamente, con un desnivel de unos 280 metros. Está perfectamente señalizada a través de balizas pintadas de blanco y proporciona un paseo agradable.

Hayedo de la Tejera Negra

El verano de este año 2011, al igual que estas semanas de otoño se han caracterizado por ser especialmente seco, lo cual se veía reflejado hace unos días en el hayedo, donde los cauces del rio se veían escasos y en algunos puntos totalmente inexistentes.

Calculamos que a partir de estas fechas, y durante todo el mes de noviembre, este paisaje cada vez irá tornándose en una imagen más bucólica. 

Hayedo de la Tejera Negra
Durante los primeros metros se camina por el margen de lo que sería el rio, en tiempos de mayor abundancia de aguas. Posteriormente, y poco a poco, uno se va adentrando en un paisaje más sombrío, donde las estaciones vecinas (verano y otoño) conviven en la naturaleza. La vegetación deja pasar con limitaciones los rayos solares y bajo ese manto de hojas la estampa es un concierto de luces, sombras y colores.



Es en este punto en el que se está a punto de llegar a la carbonera, un lugar simbólico, construido como muestra de uno de los medios de vida de la gente del lugar, el carbón vegetal.

Hayedo de la Tejera Negra


La Tejera Negra es conocido por sus hayas y por la rareza de existencia de este tipo de especies en lugares como en el que se encuentra este Parque Natural. Es necesaria la existencia de unas condiciones climatológicas específicas para la supervivencia de esta especie, y es en la Tejera Negra donde se produce ese microclima que permite la existencia de este tipo de árbol. Pero en el paseo no solo disfrutaréis de estos árboles, pinos, robles y algún tejo centenario os acompañaran durante la pequeña ruta.

Hayedo de la Tejera Negra Hayedo de la Tejera Negra





















Poco a poco las hayas se van quedando atrás, la luz comienza a filtrarse entre los árboles, en ese momento aparece mayor vegetación en el suelo. En este lugar se inicia una subida con una pendiente un poco más pronunciada que lleva hasta la Pradera de Mataredonda, que ofrece una vista panorámica de los Valles que rodean este espacio natural.

Hayedo de la Tejera Negra

Nos encontramos en el punto más alto de la ruta, desde ahí y tras divisar en paz absoluta el entorno que te rodea, continua la senda en dirección al aparcamiento.

Hayedo de la Tejera Negra

Diversos puentecitos y bosques, que vuelven a aparecer y a impedir que la luz se filtre con fuerza, son los protagonistas durante un buen rato. Constantemente, en el silencio de aquel día laborable, se escuchaban ruidos entre las hojas que nos hacían darnos cuenta que no estábamos solos. Que en ese lugar habitan aparte de especies vegetales numerosas especies animales. Corzos, tejos, gatos monteses, pequeños ratoncillos, jabalíes... y el que quiso demostrarnos que la bibliografía no miente cuando habla de la existencia también de zorros. Simpático y sin demasiada prisa, apareció haciendo sonar las hojas caídas un hermoso zorro, que se nos quedó mirando durante unos segundos antes de continuar nuestro camino para luego continuar su marcha. Esta es probablemente una de las ventajas de poder visitar el lugar un día poco frecuentado por multitudes.

Hayedo de la Tejera Negra

La ruta termina de nuevo en el aparcamiento, tras bastantes metros de bajada, que te hace preguntarte en qué momento habías subido tanto. Durante el último tramo el paseo se da fuera de la vegetación sombría, rodeado de pequeños arbustos y algún que otro árbol.

No queríamos dejar de hablaros y recomendaros en estas fechas la visita a este lugar, o para los que no os pille cerca, a algún Hayedo. En nuestro blog de momento os hemos hablado de la Selva de Irati  y Hayedo Encantado (Navarra), la Sierra del Rincón (Hayedo de Montejo), el Hayedo de la Pedrosa (Segovia) y ahora la Tejera Negra. Paisajes que están en pleno esplendor en el otoño, aunque otras estaciones, como la primavera, también están llenos encanto. Creemos que la visita a un Hayedo es una de las mejores formas para dar la bienvenida al otoño que nos acompaña, mientras nos enseña su cara más bella...

Hayedo de la Tejera Negra

El otoño es una estación estupenda para descubrir nuevos lugares, cuando rescatas del armario los jerseys, los abrigos, impermeables o paraguas. Cuando sientes el placer de caminar sintiendo el frescor en la cara. Es el momento de acercarse a los pueblos perfumados de leña, de disfrutar las largas sobremesas alrededor de un foco de calor tras una comida contundente, de las caminatas con el sonido del crujir de las hojas bajo nuestros pies, de los paisajes multicolores, románticos y nostálgicos. El momento en el que mientras nosotros nos vestimos, la naturaleza se desnuda...

Si queréis conocer más lugares para disfrutar del otoño al aire libre, aquí os lo contamos.


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