En el s. XII, la idea de reconquistar por los musulmanes Madrid se materializa cuando deciden asentarse a los pies del Alcazar, en un desnivel pronunciado que separa éste del Rio.
Siglos después paseamos por ese lugar, el llamado Campo del Moro desde el s.XIX, cuyo nombre rememora ese hecho histórico y que hoy es uno de los jardines más bonitos y mejor cuidados de la ciudad y, sin embargo, poco conocido.
La entrada principal se encuentra en el Paseo Virgen del Puerto, a pocos metros de la Estación de Príncipe Pío. Probablemente la ubicación de la entrada es la responsable de que, a pocos metros de Plaza España y lindando con el Palacio Real, se pueda disfrutar de un remanso de paz inimaginable.
La entrada principal se encuentra en el Paseo Virgen del Puerto, a pocos metros de la Estación de Príncipe Pío. Probablemente la ubicación de la entrada es la responsable de que, a pocos metros de Plaza España y lindando con el Palacio Real, se pueda disfrutar de un remanso de paz inimaginable.
Veinte hectareas de járdin poblado de árboles, arbustos, flores y diferentes especies animales, hacen de este rincón de Madrid un espacio lleno de encanto.
En el s.XII, como comentabamos al iniciar este relato, Ali Be Yusuf dirige a un ejército musulmán y elige este lugar para su asentamiento. Posteriormente, el paso de diferentes monarcas por la Historia de nuestro país puso interés en este espacio, aunque la mayoría encontró dificultades debido a las características que presentaba el terreno, al ser un barranco de pendiente pronunciada.
El primero fue Felipe II que pretendió acabar con el desnivel del terreno sin éxito alguno. Posteriormente, el interés en la caza de Felipe IV favoreció que se plantaran algunas especies arbóreas en el recinto y esté se dedicara a ese menester.
En el s XVIII, las tendencias de jardines que se imponían al estilo de la Granja o Aranjuez se intentaron trasladar de manos de Felipe V y Carlos III a este espacio, pero de nuevo la naturaleza parecía querer ganar la batalla. A principios del S.XIX, y a solo un año de su muerte, Juan Villanueva realiza una construcción subterránea que comunica el Palacio Real con la Casa de Campo. De ese pasadizo, actualmente se conservan algunos tramos, uno de ellos debajo de las escaleras que hay en la entrada al jardín en el Paseo Virgen del Puerto.
El Palacio Real se encuentra rodeado por tres espacios que contribuyen a ensalzar su belleza. Los Jardines de Sabatini, la Plaza de Oriente y el Campo del Moro. En el S. XIX, es el Arquitecto que diseñó la Plaza de Oriente, Narciso Pascual Colomer, quién inicia el diseño de los jardines de los que hoy estamos hablando.
Aprovechando las obras de la Puerta del Sol, se utilizan los escombros de los edificios derruidos para salvar el profundo desnivel y se diseña una vía que ofrece una panorámica del actual Palacio Real que se conoce como la Pradera de las Vistas del Sol.
En ese punto, los jardines quedan vestidos de "reales". Desde Aranjuez se trae la Fuente de los Tritones, cuya fama en la actualidad es de ser la más antigua de toda la capital. Se cree que su origen se ubica en Italia, en el s.XVI.de estilo barroco y marmol blanco, se encuentra en la parte más alta de la pradera.
En ese punto, los jardines quedan vestidos de "reales". Desde Aranjuez se trae la Fuente de los Tritones, cuya fama en la actualidad es de ser la más antigua de toda la capital. Se cree que su origen se ubica en Italia, en el s.XVI.de estilo barroco y marmol blanco, se encuentra en la parte más alta de la pradera.
Otra de las fuentes que se sitúa en la vía es la fuente de las Conchas, un regalo de los Duques de San Fernando de Quiroga a la Corona que estuvo sita en Boadilla del Monte, en el Palacio del Infante Don Luis y que tiene un protagonismo palpable en los jardines.
El Campo del Moro es un jardín situado en pleno centro de la capital de España, a pesar de su ubicación de excepción no se encuentra en muchas ocasiones dentro de las guías de viajeros de la ciudad, pero su visita, en cambio, a parte de Historia, ofrece contrastes imposibles que no dejan de impresionar. Bajo nuestra opinión este decorado recoge una fotografía "imprescindible" de Madrid. Quizá una de las mejores perspectivas del Palacio Real de las que se puede disfrutar, y la encuentras desde la misma puerta de entrada.
Una vez dentro de los jardines, el desnivel con la calle es notable, quedando ésta unos metros por encima, y parece que te sumerges en un espacio aislado del mundanal ruido. El sonido del tráfico queda totalmente silenciado mientras paseas, para ser sustituido por el sonido que predomina en los jardines, el de aves tropicales que, por algún motivo que desconocemos, han encontrado entre las copas de los arboles de este jardín su morada. Numerosas especies de pájaros verdes y grises pían al estilo de las cotorras de forma insaciable. Revolotean nerviosas y cruzan el Paseo Virgen del Puerto hacia Madrid Rio. No son las únicas, palomas, gorriones y otras especies más comparten ramas "reales".
Los caminos salen y se bifurcan infinitos. Muchos de ellos con nombres descriptivos que anticipan lo que vas a encontrar, "El Paseo de los Castaños", "El Paseo de las Hayas", etc, etc...
Partes del recorrido sombrías, donde los contrastes de luces son potentes, las sombras son negros intensos, y las luces blancos deslumbrantes. En este juego de luces es cuando las leyendas que reposan sobre el jardín vienen a la mente. Es difícil que existan rincones vinculados a la Historia que no estén envueltos en leyendas y el Campo del Moro no iba a ser menos. La primera quizá sea una leyenda amable cuyo protagonista es un alma en pena por amor. Un ser a quien fue arrebatado por el "moro" a su amada y que vagaba por los járdines apareciéndose a nobles y aristócratas damas en busca de su cariño. Algo que a ellas en vez de asustar, se dice que las alentaba y promovía entre los arbustos la búsqueda del enamorado fantasma. Alguna atribuyó un embarazo " misterioso" a este encuentro paranormal. (Ya se sabe, cosas de palacio)
La otra leyenda data del reinado del padre de Isabel la Católica (Juan II), un hombre querido por el pueblo, aunque no tuvo trascendencia política, a quien le regalaron un osezno acompañado de un domador. Las artes del profesional con el animal parecían no ser muy buenas, y resultó ser muy violento. Cuentan que una noche el oso desapareció forzando los barrotes de la jaula y, ni de él ni del domador, se volvió a saber. Pero por las noches gruñidos, sombras y movimientos de los que se dice que hubo testigos aseguraban que se trataba de un oso que perseguía a un hombre para apresarlo con sus garras.
Estas leyendas combinan perfectamente con la parte del jardín que se ciñe más a un estilo romántico, con recovecos y rincones que tienen pequeños elementos ornamentales.
Un jardín que, debido a su variedad botánica, ofrece diferentes estampas según la estación del año en la que es visitado. Ahora, en este otoño ya avanzado, el suelo es un manto de hojas espeso, y ofrece contrastes de colores que ya tienen fecha de caducidad, pero que aunque sea de manera efímera, contribuyen aun más a dotar el jardín de romanticismo.
En la época de la Guerra Civil, quedo bastante perjudicado, y tuvo que ser sometido a una restauración posteriormente.
Dentro del jardín se encuentra el Museo de Carruajes, cerrado al público desde los años 90. Enfrente del mismo es dónde más gente se concentra los domingos por la mañana, principalmente estampas familiares atraídas por los patos y cisnes que moran en él. Y quizá porque también sea el lugar en el que resulte más fácil encontrarse a alguno de los pavos reales que residen en tan emblemático lugar, y que se convierten en un atractivo muy demandado por fotográfos y niños.
Otros elementos del jardín son algunas de las construcciones como el Chalet de Corcho o la Casita de la Reina, diseñada por Repullés y cuya función hoy es exclusivamente decorativa.
Intentamos con todo esto transmitir que los Jardines del Campo del Moro, gestionados por Patrimonio Nacional, y declarados de interés histórico-artístico a comienzo de los años 30, son un compendio de multitud de cosas, desde el punto de vista paisajístico, histórico, estético...
Es un rincón de paz y tranquilidad en el corazón de la gran ciudad, a los pies del majestuoso Palacio Real, como un pulmón más de está bella ciudad que tiene mucho que ofrecer. Tras sus rejas alberga un espacio que bajo nuestra opinión no os deberíais perder.
Una vez más Madrid nos sorprende y nos presta un cachito de si misma para disfrutar del placer de pasear...
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