Las grandes ciudades albergan, entre el bullicio y las largas avenidas, rincones tranquilos y escondidos. La falsa creencia de que en una gran urbe lo único que hay es humos, ruido y prisas empaña la belleza de las misma, que no solo la conforman los grandes monumentos que pueblan las guias de viaje, sino también esos pequeños rincones que se camuflan entre edificios.
Los que conocemos un poquito Madrid sabemos que hay muchos más espacios dignos de visitar, y sobre los que esperamos poder ir haciendo un recorrido poquito a poco, para poderlos saborear. Hemos empezado con los parques, y en este espacio ya os hemos hablado del El Parque de El Capricho, o La Quinta de los Molinos.
Cuando pasas por la M-30 es difícil imaginar que a tan solo unos metros existe un rincón similar a éste que os vamos a mostrar. Nos referimos a La Quinta de la Fuente del Berro.
Al final de la C/ Jorge Juan, en la C/ Enrique de Almonte, se encuentra una de las entradas a este recinto. Un muro de ladrillo se erige para separar una zona de viviendas unipersonales que en ningún caso habría imaginado que existían al lado del “Piruli”.
Si algo caraceterizó esta finca durante el paso del tiempo fue lo cotizadas que estaban sus aguas. Se decían que tenían poderes curativos y efectos afrodisíacos. Los orígenes de este recinto se remontan al s. XVII, estas tierras estaban junto al Arroyo Alboñigal, lo que las convertía en terreno tremendamente fértil, tanto que hasta el mismísimo Felipe IV mostró su interés en ellas. Los aguadores reales trabajaron mucho aqui extrayendo agua para llevarla hasta palacio.
El nombre actual del parque proviene de una fuente cuyas aguas fueron codiciadas por la realeza, y que permanecía y permanece fuera de sus muros. Durante un tiempo fue declarada Patrimonio Real, se decía que era el mejor agua de Madrid, hasta que ésta resultó estar contaminada, y en los años 70, dejó de brotar por su caño, siendo hoy el Canal de Isabel II el responsable del riego y abastecimiento de agua al lugar.
La finca desde el S.XVII tuvo diferentes propietarios, la iglesia dejó su huella cuando se instalaron temporalmente unos monjes benedictinos, tras la cesión de Felipe IV; quien no dejó de explotar sus aguas.
A finales del s XIX, fue denominada “Los nuevos Campos Elíseos”, construyéndose un parque de atracciones público, que pretendió sustituir a los Primeros Campos Elíseos de Madrid, ubicados en lo que hoy es el Barrio de Salamanca y que con su construcción desaparecieron. Este proyecto fue efímero, y tan solo dos años después el Parque de atracciones fue cerrado, quedando únicamente de éste, aparte de la “Historia” escrita, según cuentan, porque no existe certeza de ello,un torreón mirador denominado Torre del Reloj.
Los años 20 y 30 marcaron una etapa nueva, entonces la finca era de carácter privado y estaba en posesión de un matrimonio holandés. En esas fechas las veladas aristócratas fueron las verdaderas protagonistas, fiestas de la clase noble de la ciudad que se reunían en torno a árboles centenarios.
Los años 20 y 30 marcaron una etapa nueva, entonces la finca era de carácter privado y estaba en posesión de un matrimonio holandés. En esas fechas las veladas aristócratas fueron las verdaderas protagonistas, fiestas de la clase noble de la ciudad que se reunían en torno a árboles centenarios.
La Quinta de la Fuente del Berro, goza de la condecoración de Jardín Histórico Artístico, no hay duda del por qué… Además de todas las pequeñas historias que os hemos comentado, se distribuyen por el entorno diferentes elementos que contribuyen a dotar de encanto el lugar.
Los elementos paisajísticos, heredados de Europa a principios del s. XX, empezaban a resurgir, puentes, la cascada, los lagos, los caminos sinuosos que creaban rincones románticos…
La cascada de hecho es uno de los elementos especiales que adornan este recinto, las escaleras de piedra se enrollan alrededor de ella, y salvo por el ruido del agua caer, en un momento dado podría pasar desapercibida. Desde arriba se puede observar la caída del agua rodeada por el verde de la zona.
Diferentes esculturas de corte neoclásico se reparten por las praderas. Cabe destacar la que homenajea a Gustavo Adolfo Bequer, al lado de un madroño, arbol típico de Madrid, que es el máximo exponente del romanticismo. O bien la dedicada a Pushkin o Enrique Iniesta.
Los árboles cuyas raíces descansan en esta finca, han visto el tiempo pasar, frondosos y altísimos hacen que sea fácil intuir que llevan alli bastante más que unos años. Sequollas, Tejo, Madroño, y muchas especies más se reparten por el Parque. Los amantes de la botánica seguro que disfrutáis descubriéndolas entre la vegetación.
Otra curiosidad de este lugar es que, mientras que en muchos parques se puede divisar a las palomas sobrevolar la zona, en la Quinta de la Fuente del Berro, nos sorprenden los Pavos Reales, que suelen estar en torno al antiguo palacete, hoy convertido en Centro Cultural y que durante un tiempo fue Museo Antropologico. O en el interior del recinto reposando sobre las escaleras o rodeando la fuente de la entrada…
Patos, gorriones, palomas no quieren perderse la oportunidad de visitar un sitio asi. Alrededor del estanque se reúnen formando sus comunidades.
Nos encanta Madrid, porque pasan los años y no deja de sorprenderte, enseñándote que siempre tiene un plan para algún momento de tu día. Seas como seas, te guste lo que te guste, siempre te recogerá, entre sus casas y edificios, detrás de algún muro en el que nunca te fijaste, o en un lugar de su plano al que nunca señalaste… ahí Madrid te espera…
Hoy quizá, te apetezca perderte por unos jardines pisados por muchos, y en el que hoy dejan sus huellas otros… la tuya también podría estar y seguir formando parte de la Historia de un rincón que ha sido testigo de tantos momentos.