En este caso, vamos a acercarnos a las Islas Baleares (Illes Balears), concretamente al oeste de Mallorca, para hacer una excursión a un pueblo situado en la Sierra de la Tramuntana, rodeado de montañas y vegetación que ofrece un concierto de colores y encanto que hipnotiza los sentidos.
Valldemossa cuenta con el privilegio de tener en sus calles estrechas y empedradas las estelas de los pasos de personajes célebres que pararon allí, a lo largo de la Historia, dejando un rastro imborrable al paso del tiempo.
A unos 20 km de la capital, Palma de Mallorca, cercano a Soller, encontrareis este pintoresco municipio que merece una visita sin lugar a dudas.
Un invierno del siglo XIX marcó un punto y aparte en este lugar. Chopin aquejado de una enfermedad en las vías respiratorias se trasladó a esta zona, quizá no en la mejor temporada, debido a que las lluvias constantes que se sucedieron no hicieron otra cosa que empeorar su estado de salud. No fue solo, le acompañaba su amante George Sand y ambos en su estancia se llenaron de inspiración, naciendo entre las paredes de este maravilloso espacio obras como los “Preludios Op 28” (Chopin) y “Un invierno en Mallorca” (Sand). En Valldemossa cada año se celebra el Festival Internacional de Chopin. Jovellanos, Ruben Darío, quien tiene su propia plaza, y otras personalidades hicieron parada aquí. En la visita guiada al recinto os ampliaran información del lugar y descubriréis el interior de este complejo, sus jardines y estancias, que están llenas de pinceladas de Historia.
Detrás del Palacio del Rey Sancho existen unas vistas privilegiadas que permiten obtener una panóramica inolvidable de Valldemosa, un mirador que te obligará a pararte unos minutos y recrearte del paraje espectacular.
Las calles empedradas acompañaran cada paso que deis. En la mayoría de las fachadas de las viviendas encontrareis una reseña que plasma una imagen de la vida de Santa Catalina Thomas, natural de Valldemosa, y de la que existen numerosas leyendas acerca de su vida.
Al lado de la Iglesia de San Bartalomeu, hay una escultura de la beata, y en el interior de este templo religioso, del s.XIII, varias dedicatorias en su honor.
Los alicientes del lugar continúan a lo largo de la visita, cuando las calles sinuosas se muestran pobladas de macetas que cuelgan de las fachadas. Las flores y las plantas al ras del suelo embellecen el lugar de una forma inesperada. Las contraventanas se colorean del mismo tono que el entorno y se puede observar de forma uniforme como el color verde queda salpicado en cada una de ellas.
Un lugar sorprendente y agradable, con multitud de establecimientos de restauración para poder hacer un alto en el camino y disfrutar desde sus terrazas, de cómo transcurre la vida entre las idas y venidas de turistas entremezclados con los habitantes del lugar, que caminan por sus calles empinadas con tanta naturalidad que los que no somos de allí, al verles pasar, nos asombramos de que no se paren en cada esquina a mirar hacia arriba, hacia abajo y pellizcarse para darse cuenta que no están en un cuadro.
Mallorca es más que arena, más que sus aguas de mil azules diferentes, que sus puertos deportivos llenos de luz, o sus puertos pesqueros coloridos. Entre la vegetación y sus montañas se esconden rincones que desbordan encanto.
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