“Las cosas claras y el chocolate espeso”
El
Monasterio de Piedra se erige abrazado por el rio Piedra que fluye vivo por cada rincón del entorno que rodea el edificio. El
Parque Natural en el que se encuentra se convierte en un paraíso, donde el sonido del agua retumba en cada escondite, entre cascadas, grutas y vegetación verde que despierta esta primavera.
A 200 km de
Madrid, y a 105 km de Zaragoza, en el municipio de Nuévalos encontramos la posibilidad de realizar una escapada a un lugar, emplazado en plena naturaleza, que fue residencia de monjes de clausura, donde llegó por primera vez el cacao para ser cocinado hasta expandirse por Europa.
El origen de la frase que encabeza este escrito, surge en el momento en que Fray De Aguilar se encargó de que llegara este ingrediente al Monasterio, pero su sabor amargo no pareció ser de agrado de los monjes, que lo dedicaron exclusivamente para uso medicinal. Hasta que a unas monjas se les ocurrió la idea de añadirle azucar y suavizarlo. Entonces se despertó entre la población el debate de cómo debía ser desgustado. El chocolate espeso salió victorioso, y de ahí deriva esa frase célebre con la que hemos querido comenzar la presentación de este maravilloso lugar.
Editado en 2016: El
precio de la entrada es de 15,50 Euros, 13,90 si se saca por internet, y hay precios especiales para niños y seniors. Incluye la visita guiada al Monasterio en el que se puede visitar el Claustro, la sala capitular, los restos de la iglesia, cocina, museo del vino y chocolate y la entrada al Parque Natural.
El Monasterio de Piedra se alza en un terreno en el que anteriormente se ubicaba el castillo árabe de Piedra Viejas. En el s. XII el terreno fue donado a unos monjes de Poblet, con la intención de afianzar la religión en la zona, levantándose el monasterio. Se instalaron 13 monjes cistercienses, de clausura, que llevaban una vida de recogimiento.
Mientras paseas por el claustro puedes trasladarte a otra época, en torno al mismo, en la visita guiada, os irán explicando detalles históricos acerca del paso del tiempo y la vida monacal. La desamortización de Mendizábal marcó la decadencia del monasterio como tal. Años después con la intención de restaurar el edificio se descubrió en la zona de la cripta, que las tumbas de los monjes habían sido profanadas, y los huesos se hallaban esparcidos indiscriminadamente.
Hoy por hoy, en el mismo Monasterio se encuentra un hotel, a través del cual se entra para comenzar la visita guiada, que ofrece la posibilidad de pernoctar para aquellos interesados.
Tras este recorrido resumido por el Monasterio, nos adentramos en el Parque.
Con la compra de las entradas os facilitarán un plano con un recorrido perfectamente indicado a través de números y flechas que os adentrara en un paraíso que regalará a vuestra vista, oído y olfato experiencias inolvidables.
Hemos escuchado que el Monasterio de Piedra se encuentra, una vez que empieza el buen tiempo, masificado. En nuestra visita este fin de semana, había gente, pero salvo para la compra de entradas, y quizá en la visita al Monasterio, que bajo nuestra opinión es curiosa pero no impactante, en el resto del recorrido disfrutamos de un paseo con gente pero sin estar desbordado.
El recorrido se puede hacer desde tres horas, al tiempo que deseéis dedicarle. Es un paseo sencillo apto para turismo familiar, con la única característica a tener en cuenta, para aquellas personas que pudieran tener dificultad, de que existen bastantes escaleras.
A lo largo del camino numerosos bancos se reparten para poder pararte a disfrutar de la estampa que te rodea.
Además, a lo largo del día se realizan tres pases de exhibición de
aves rapaces, de media hora aproximadamente, que personalmente nos resultó muy atractiva. En la que aparte de poder contemplar desde cerca diferentes especies te ilustran acerca de sus características más importantes. Os recomendamos ir al primer pase que podais, debido a que los asientos están al sol.
Los árboles y la vegetación convierten el parque en una multitud de luces y sombras que contribuyen a convertir el espacio en un sitio aun más bucólico si es posible.
Como comentábamos anteriormente, el rio Piedra es el responsable de la banda sonora que musicaliza el parque. Este discurre inquieto entre las rocas y la vegetación como si no pudiera quedar encerrado por cauce alguno.
La denominación de este rio tiene mucho que ver con la composición del agua que discurre en él. Se llegó a decir que todo lo que tocaba, lo convertía en piedra. Lo que el tiempo ha demostrado, es que es responsable de las numerosas grutas y cuevas que la erosión del agua ha ido labrando en el entorno.
Como curiosidad, en el río Piedra se instaló en el s XIX la primera piscifactoría de España, hoy dirigida por el Gobierno de Aragón. En el parque podréis encontrar el Centro de Interpretación de la Fauna Piscícola donde ampliar información sobre el tema aquellos que estéis interesados.
En el recorrido existen áreas de descanso, donde encontrareis aseos y maquinas con bebida. (lata de refrescos 1,70 euros, por si os interesa). A la entrada del parque además hay dos restaurantes. Nosotros esta vez optamos por llevar nuestra comida, y disfrutamos de un almuerzo campestre sentados frente a una de las cascadas (El Baño de Diana), sin prisa, en el momento que deseábamos y recreándonos en unas vistas que otros sitio no nos podrían ofrecer.
Las subidas y bajadas por las que te guían te permiten deleitarte en las caidas de agua desde diferentes perspectivas. El vapor de agua y los reflejos de la luz parecen invadirte. Relacionado con esto, la gruta del Iris te dirige por un camino espectacular por detrás de una de las
cascadas más impresionante del recorrido, la “Cola de caballo” de más de 50 metro de altura. Te sumerges en una cueva natural, cuyas paredes filtran el agua por los poros, la voz retumba, y unas escaleras estrechas y de recorrido sinuoso te conducen a recovecos desde los cuales divisas el salto del agua a diferentes alturas.
Este tipo de lugares es difícil describirlos y ser capaz de acercar mínimamente al lector a las sensaciones vividas.
El
lago del espejo no podría estar mejor bautizado, entre las rocas el agua parece encontrar un área de reposo. Su quietud impacta tras verla correr con fuerza durante el paseo anterior, y al llegar aquí, parece encontrarse sin vida, su color se torna oscuro debido a la vegetación que cubre el fondo como una alfombra, aportando reflejos imposibles del cielo y las montañas, dando lugar a unas simetrías casi psicodélicas.
El embrujo del agua te hipnotiza en la visita, el paseo entre la frondosidad de algunas zonas del parque te traslada y desconecta del día a día. Numerosas especies de aves de variados colores se posan de rama en rama. Los rayos del sol se filtran entre las hojas, por las entradas de las cuevas, en los reflejos de las pozas y los lagos. El agua cambia de color de azules claros, al color blanquecino de la espuma de un agua salvaje o el negro de las sombras.
Un paisaje romántico lleno de sorpresas entre cascadas como el Baño de Diana, Los chorreones, la Cascada Solitaria, la Gruta del Iris, la Cola de caballo, la Peña del Diablo, lagos, pozas y grutas.
Tras nuestra visita sacamos una conclusión clara, un lugar al que como mínimo una vez en la vida, habría que visitar.